Crónica vieja, como la música
Yosvani Anzardo Hernández
25 de noviembre de 2013
San Germán, Cuba – www.PayoLibre.com – Silverio fue músico de los de
antes de la Revolución, por ello tuvo que volverse músico del silencio,
pues hacia un arte que representaba al pasado y que fue acallado para
ceder los micrófonos a la canción carnavalesca, de letra vulgar y sin
ton ni son.
Durante algún tiempo a Silverio le dio por cantar en su casa "Bistec con
salsita", un Cha cha cha de la orquesta Jazz Band Hermanos Castro.
A los vecinos del Silver, como le decían cariñosamente, les gustaba
escucharlo; siempre de 4 a 5 de la tarde para no molestar a nadie.
Porque el viejo no sólo es músico de antes, también es hombre de antes,
de los respetuosos y considerados.
Hubiese sido una lástima que después de perder los micrófonos no le
quedara a aquella música proscrita el espacio de la sala de su casa, que
a veces repleta de vecinos parecía estallar de tristeza por la pérdida
de una sonoridad ajena para los jóvenes, pero extrañamente cercana,
sentida como algo propio que alguien o algo robó.
Durante algún tiempo funcionaron aquellas descargas, hasta que un día
llegó hasta su casa el coordinador de los CDR, quien le pidió
"amablemente" a Silverio que terminará con sus cumbanchas porque
molestaba a algunos vecinos. Tal vez no fuera cierto, pero nadie dijo nada.
Una semana después, Silverio comenzó a cantar en el parquecito que está
a una cuadra de su casa. Y sin avisarle a nadie, nuevamente la gente
acudió, pero esta vez la policía amenazó con llevarlo a la Unidad por
promover desorden público.
Dejó de cantar y pensó enseñar a algunos niños, pero alguien le recordó
que para eso se necesitaba licencia.
El viejo con 87 años de edad dejó de cantar, incluso "Bistec con
salsita" que suena a burla, y ni habla de la orquesta Hermanos Castro
que tuvo que cambiar su nombre en 1960 y convertirse en la orquesta de
Radio Progreso para poder seguir existiendo "La onda de la agonía",
según dicen algunos.
Pero se emocionó mucho cuando en 1996 surgió "Buena Vista Social Club"
con música y artistas olvidados como él. Pensó que algo estaba cambiando
y tal vez él podría organizar su propio grupo y hasta cantar en la plaza
del pueblo.
Con todo el entusiasmo de quien cree hará realidad un sueño, comenzó
esta vez por dirigirse a las autoridades de Cultura, donde
asombrosamente le dijeron que si.
Era un milagro, la alegría lo ahogaba. "Calma Silverio, que nadie muere
en víspera", se dijo así mismo.
Desde ese momento su vida se convirtió en un alegre ajetreo y fue muy
difícil y costoso conseguir gastados instrumentos, tampoco fue sencillo
conseguir un local para ensayar, y más difícil aún, autorización para
esos ensayos.
Cuando se sintieron preparados, solicitaron permiso para su primera
presentación, pero en el gobierno les pidieron hablar con su
representante. Ellos no tenían, y tampoco se habían presentado ante la
comisión de audiciones.
Los obstáculos no dejaban de aparecer, pero Silverio y su grupo estaban
dispuestos a no dejarse vencer, pues si el "Buena Vista Social Club"
existía; ellos también lo lograrían.
Fue cuando alguien en la "Casa de la Cultura" a donde iba en su diario
gestionar, le dijo que era imposible lo que se proponía, que el grupo
que él acertadamente admiraba había sido creado por los mismos que
mataron la música cubana, sólo para intentar demostrar que a los jóvenes
no les interesaba esa música por no ser revolucionaria.
Silverio no le creyó, luego supo por su hijo que muchos viejos músicos
como él estaban haciendo gestiones también.
Un 20 de mayo, Silverio desafió nuevamente a las autoridades y cantó
"Bistec con salsita" en la sala de su casa. El 21 de mayo murió. Tal vez
pensando en la orquesta de los Hermanos Castro y todas las orquestas que
como aquella sufrieron similar destino, o tal vez no. Pero lo cierto es
que desde que murió, su obra es recordada y hasta una tarja
conmemorativa piensan poner las autoridades en el parque de donde ellos
mismos lo expulsaron una vez. Con el tiempo la gente pensará que tal vez
esto no sea cierto. Pero es así, y nadie dice nada.
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