27 de septiembre de 2013

Ni piñatas ni animales

Ni piñatas ni animales
ORLANDO FREIRE SANTANA | La Habana | 26 Sep 2013 - 10:33 am.

La dirección del Zoo de La Habana expulsa del centro a los
cuentapropistas. Sin apenas oferta, el público también desaparece.

El pasado 26 de agosto el semanario Trabajadores publicó la versión de
una carta de la Secretaria general del sindicato que agrupaba a los
trabajadores por cuenta propia que laboraban en el Parque Zoológico de
La Habana, ubicado en la avenida 26, en el barrio de Nuevo Vedado. En la
misiva se exponía que la dirección del Zoológico les había cancelado el
permiso para comercializar en el centro, primero a los que vendían
piñatas y otros implementos para fiestas infantiles, y luego al resto de
los trabajadores por cuenta propia, casi todos dedicados a la
elaboración y venta de alimentos ligeros.

La dirigente sindical señalaba que fueron inútiles los ruegos a los
directivos de la referida instalación para que anularan la medida, pues
muchos de esos cuentapropistas constituyen el único sostén de sus
familias. Sin embargo, la administración del Parque se limitó a expresar
que los cuentapropistas habían sido notificados con suficiente
antelación acerca de la suspensión de sus actividades, y que eso les
habría posibilitado buscar trabajo en otros lugares.

Pero comoquiera que ya la situación era de dominio público, y que el
trabajo por cuenta propia —al menos en el discurso— es uno de los
pilares de la actualización del modelo económico, a los dirigentes del
Parque Zoológico no les quedó más remedio que responder a la carta de la
Secretaria general del sindicato. La versión de esa respuesta apareció
en la edición del 9 de septiembre del propio semanario.

Los dirigentes del Parque se quejan de que era muy alto el número de
cuentapropistas autorizados a ejercer allí (los "piñateros", por
ejemplo, eran 35), y por tanto "ello provocó que esa actividad pasara a
ser la principal del centro, desvirtuando las funciones que por objeto
social tenemos asignadas, que son exhibir animales exóticos y endémicos,
ofrecer recreación y educar a nuestros visitantes en el cuidado del
medio ambiente, la flora y la fauna".

Lleva parte de razón la administración del Zoológico. Los animales en
exhibición se hallan en un estado sumamente deplorable, y son tan
escasas las especies que se muestran (apenas quedan cocodrilos, el
elefante y las jirafas desaparecieron, la mayoría de los estanques
acuáticos permanecen sin agua, y los monos casi brillan por su
ausencia), que muy poco público se ha dedicado en los últimos tiempos a
apreciar la fauna del centro; por el contrario, acudían para aprovechar
las ofertas de los cuentapropistas, y en el caso de los menores, a
disfrutar de las opciones que brindan las áreas de diversiones
enclavadas en el Zoológico.

Claro que lo que han hecho los dirigentes del Zoológico ha sido imitar
el modus operandi con que, en más de una ocasión, las autoridades
políticas del país han "resuelto" situaciones como esta: aplicar una
medida administrativa en lugar de acudir a una sana competencia. Es
decir, que en vez de incrementarse las opciones recreativas de la
administración del Zoológico al público visitante —entre ellas la
gastronomía, por cierto, muy deprimida hoy—, y así constituirse en una
contrapartida frente al dinamismo del trabajo privado, los jefes del
Zoológico, impotentes, no encontraron otra alternativa que desbancar de
un plumazo a aquellos que les estaban haciendo sombra. Hemos asistido a
otro capítulo de la manida "botadura del sofá".

En la carta de respuesta, al intentar cierto aire de optimismo que
preserve las esperanzas de los abrumados cuentapropistas, los dirigentes
del Zoológico afirmaron que volverán los trabajadores por cuenta propia.
Pero solo aquellos que no "revendan", y en un número razonable. O sea,
"los que comercialicen productos elaborados por ellos, de acuerdo con lo
legislado, y que cumplan con los requisitos éticos y morales para
laborar en este tipo de institución".

Semejante embestida contra las reventas de los cuentapropistas no es
privativa del Parque Zoológico, sino que se extiende a gran parte de los
trabajadores por independientes que comercializan útiles del hogar, una
de las actividades para la que se han otorgado más licencias en el país.
Ya Marino Murillo había expresado no hace mucho que se le debía poner
fin a esta situación, pues, según él, explotan al pueblo trabajador al
vender a precios superiores los mismos artículos que ofertan las tiendas
estatales.

A favor de estos cuentapropistas hay que recordar que la no existencia
del mercado mayorista los obliga a comprar los productos en
establecimientos minoristas, razón por la cual los precios de venta que
aplican posteriormente tienen que ser forzosamente superiores.

Para comprobar la marcha de los acontecimientos, nos dirigimos al Parque
Zoológico de La Habana casi una semana después de haberse publicado la
carta de respuesta de sus jefes. La instalación era poco menos que un
camposanto: muy poco público y ni un solo cuentapropista por los
alrededores. Algo que contrasta con lo expresado en la referida carta,
según la cual quedaban 19 cuentapropistas trabajando en el lugar. Le
preguntamos a un empleado del Zoológico por los "piñateros" y los
vendedores de alimentos, y también por la posibilidad de que volviéramos
a verlos por allí. Su respuesta pareció concluyente: "A esos ya los
sacaron de aquí".

Entonces, ¿habrá sido sincera la administración del Zoológico? Ojalá no
estemos en presencia de una respuesta para salir del paso, como tantas
que se dan en este país a las inquietudes y necesidades de la población.

Source: "Ni piñatas ni animales | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1380184411_5249.html

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