Un instrumento para medir
agosto 29, 2013
Osmel Almaguer
HAVANA TIMES — De tanto aludir al proceso de degradación que hoy sufre
la moral colectiva de los cubanos, pareciera que estuviéramos sumidos en
un proceso de estancamiento; atolladero donde no se puede estar más
hundido. Pero no nos engañemos, no funciona así.
Hoy, por ejemplo, he tenido uno de esos días en los que se sale con todo
el ánimo del mundo a resolver problemas y se vuelve a casa frustrado,
con las manos vacías. No obstante, esto no ilustra lo que afirmo.
Tampoco tengo estadísticas en la mano que me respalden, solo me quedan
los hechos. Ojalá existiera un instrumento para medir lo que propongo,
se llamaría acaso ¿degradatómetro?
Bastaría con salir a la calle y exponerlo a la mala forma de la gente, a
las violaciones de consumidores y funcionarios, de jefes y subordinados,
de adultos y jóvenes; entonces, tal vez, el artefacto resistiría.
Pero como tal milagro de la tecnología no existe, intentaré medir el
pulso de la calle según mi propia percepción vivencial.
Los hechos que mencionaré, por sí solos, poco indican, pero es su
combinación y sucesión dentro de una misma jornada lo que, a mi parecer,
dan idea de que la sociedad cubana es cada vez más difícil, y la razón
que me asiste, es el sencillo pero aplastante hecho de que hoy ya no
resultan escandalosos.
Recientemente se incrementó el parque de guaguas en muchas de las
terminales de la capital, sin embargo, en el día de hoy, ha habido
conglomeraciones en las paradas como hacía mucho no se veía.
La dificultad con el transporte crea, entre los cubanos, estados de
ánimo y físicos harto comentados en este tipo de post. Por eso, es
comprensible que la gente ande irritada. El sol de agosto también hace
lo suyo en este sentido.
Pero que la gente, y sobre todo los jóvenes, hable gritando todo el
tiempo, eso, nada tiene que ver con el transporte o el calor. Que la
gente diga malas palabras y se maltrate hasta cuando bromea, eso,
tampoco es achacable al clima o a la escasez de guaguas.
En la mañana, una mujer por poco me atropella por ocupar un asiento en
la guagua. Hechos como este, señores, nos acercan al salvajismo, y casi
a la barbarie.
Otro hombre subió a la guagua con un pullover sin mangas. Tenía las
axilas peludas y sudadas. Yo ocupaba el asiento que ya había abandonado
la susodicha mujer, y él se colocó junto a mí, de modo que su naturaleza
velluda quedaba cercana a mi rostro. Él, parecía no saber lo que hacía.
Aún me duele el brazo de forcejear para poder subir a una guagua en cuya
cola yo era el tercero. Me duele de verdad, casi me lo parten, y era la
misma gente que estaba detrás de mí y que supuestamente intentaba
defender su sitio en la cola.
Luego me encontré con una amiga, en el viaje de regreso, y justo antes
de que me bajara, me confesó que había visto a un hombre masturbarse
mirándola justo detrás de mí. En efecto, había estado manoseando sus
genitales a unos centímetros de mi espalda, y ella no dijo nada "para
evitar problemas".
Sin dudas hay algo que está mal, o simplemente hay muchas cosas que
están mal, porque la gente viola las normas cívicas cada vez con más
descaro, con mayor frecuencia, y no pasa nada, excepto que la tendencia
se acrecienta, y que los "decentes" parecen haberse vuelto inmunes.
Source: "Un instrumento para medir el estado de degradación" -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=90278
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