Lunes, 09 de Enero de 2012 00:46
Hildebrando Chaviano Montes
El Vedado, La Habana (PD) No hay razones para sentirnos optimistas,
ninguna. El anquilosamiento no es optimista, las tiranías no son
optimistas, el empecinamiento no es optimista. La clave para el éxito no
está en preparar bien cada detalle, eso es una soberana tontería, que de
tan pueril, da vergüenza ajena.
A lo largo de estos cincuenta y tres años de involución, hemos podido
ver en la prensa oficial promesas, mentiras y burradas, pero el
editorial del diario "Granma" del 31 de diciembre, cae en la franca
desfachatez.
Los gobernantes cubanos insisten en ser ellos los únicos que pueden
decidir qué cambiar, cuándo y cómo cambiarlo. No les interesa que el
pueblo opine otra cosa. Un grupito de ancianos decrépitos y retrógrados,
a los que se les suma una pandilla de oportunistas, insiste en decidir
el destino del país en conferencias, congresos, encuentros, plenos y
asambleas, diseñados por ellos mismos para su entera conveniencia.
Lo único que podría hacernos sentir optimistas sería la derogación de
todos los artículos del Código Penal que prohíben la libertad de
expresión, reunión, asociación, información y comunicación. La
modificación de la Ley Electoral eliminando del proceso a las
intermediarias y viciosas comisiones electorales, y admitiendo la
inscripción de partidos y candidatos no comunistas. La modificación de
la Constitución de la República considerando punibles la discriminación
y la persecución de los ciudadanos por razones políticas o ideológicas.
La derogación del artículo cinco de la propia Constitución que da
carácter de deidad suprema al incompetente Partido Comunista. La
derogación de la Ley 88 (ley Mordaza), engendro pseudojurídico que lleva
a extremos fascistas y ridículos la persecución a la libertad de
información y comunicación.
Estas serían modificaciones estructurales a las que no habría que temer.
No son los norteamericanos y sus supuestas ambiciones intervencionistas,
que nadie desea, los que frenan los cambios; el freno son los Castro,
las ideas estalinistas, las ambiciones personales de tantos parásitos
que a lo largo de más de cinco décadas han probado las mieles del poder,
como diría el zángano en jefe, y se niegan a dejar sus puestos de
ministros, viceministros, asesores, directores de empresas, tracatanes,
esbirros y testaferros que pululan en las infectas aguas de la dirección
del país.
Si se reconoce que existe una vieja mentalidad dogmática y se han
cometido y se cometen errores y horrores, ¿por qué en estos momentos de
pretendidos cambios, se toma como paradigma de sabiduría al que ha
liderado los dogmas y es responsable personal de tantos errores? El
Partido Comunista no ha sido más que la fachada para que un solo hombre
tuerza el destino de la nación a su antojo. Sus militantes nunca han
tenido la opción de disentir o tan siquiera opinar de manera diferente
al dictador, y públicamente aceptan la deshonra de haber sido
convertidos en eunucos.
Con tales antecedentes, ¿qué optimista credibilidad se le puede conceder
al Partido, a su Primer Secretario, y a sus dóciles seguidores,
domesticados para alzar la mano aprobadora de cualquier disparate que
venga de arriba?
hildebrando.chaviano@yahoo.com
http://hchaviano5.blogspot.com
http://www.twitter.com/@hildebrandoch
*abogado y periodista independiente
http://primaveradigital.org/primavera/sociedad/la-consulta/3075-castrados-por-el-castrismo
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