26-08-2011.
Carlos Alberto Montaner
Escritor, Periodista, Político, Presidente de la Unión Liberal Cubana
(www.miscelaneasdecuba.net).- El sábado 27 de agosto actuará en Miami el
cantautor Pablo Milanés. Es un acontecimiento lleno de contenido
político que vale la pena analizar.
Pablo Milanés ha dicho tres cosas muy importantes en una excelente
entrevista que le hizo Gloria Ordaz para Univisión. Dijo que ya no
deseaba cantarle a Fidel Castro, que no tiene inconveniente en
dedicarles una canción a las Damas de Blanco, y que es un revolucionario
crítico comprometido con el sistema socialista.
Bravo. Eso quiere decir, primero, que el famoso cantautor rompió
realmente con esa penosa subordinación moral e intelectual hacia el
caudillo que caracteriza a las irracionales dictaduras personalistas;
segundo, que acepta la pluralidad y las diferencias dentro de una
sociedad en la que muchas personas honorables tienen posiciones
distintas, sin que ello las convierta en enemigos execrables o en
agentes de la CIA; y, tercero, que no ha dejado de ser comunista, pero
no está dispuesto a callar ante los errores y los atropellos de su
gobierno. La militancia no exige ser ciego y mudo ante lo que está mal.
Lo revolucionario es la rebeldía, no la aquiescente sumisión.
Mi impresión es que por la boca de Pablo están hablando cientos de miles
de comunistas cubanos que se consideran verdaderos reformistas. Para
ellos, no bastan los cuatro parches que Raúl le quiere poner al sistema
productivo para continuar manteniendo su dictadura de partido único
manejada por un grupúsculo elegido a dedo por el general entre el
círculo íntimo de sus incondicionales. Ése, según se deduce de las
palabras de Pablo, no es un gobierno moderno y legítimo, sino una banda
al servicio de un jefe todopoderoso que ignora hasta los principios del
"centralismo democrático" que supuestamente deben normar las relaciones
entre los camaradas. Por eso Pablo quiere cambios reales.
Los demócratas de la oposición deberían hacer un esfuerzo por entender
el fenómeno. Pablo Milanés, y con él seguramente cientos de miles de
personas que se consideran "revolucionarias", no son enemigas. Son
adversarios políticos dotados de ciertas ideas, a mi juicio
disparatadas, pero con los que se puede y se debe convivir en una Cuba
liberada del dogmatismo estalinista de los Castro. Al fin y al cabo, en
las treinta democracias desarrolladas, prósperas y felices del planeta,
las familias ideológicamente diferentes conviven en los parlamentos y
son capaces de encontrar zonas de colaboración.
Tal vez los cubanos jóvenes no lo sepan, pero entre los años de 1940 y
1944, en un periodo democrático, el general Fulgencio Batista,
acompañado y apoyado por los comunistas, fue libremente electo a la
presidencia de la república por la mayoría de los cubanos. En esa época,
de impetuoso crecimiento, por cierto, los comunistas-batistianos
defendían la pluralidad y así llegaron al gabinete de gobierno dos
ministros de esa cuerda política. Cuando Batista dejó la presidencia y
viajó a Chile, el camarada Pablo Neruda lo saludó con un texto
absolutamente obsequioso lleno de adjetivos entusiastas.
Tras más de medio siglo de descalabros, fusilamientos, exilios masivos,
empobrecimiento progresivo, aventuras militares, violaciones de los
derechos humanos y ejercicio arbitrario del poder por un caudillo
iluminado empeñado en reinventar todo lo que existe, desde los seres
humanos a las vacas, pasando por el café o la avicultura, ha llegado la
hora de que la sociedad, toda la sociedad, asuma la dirección de su
destino de forma pacífica, racional, plural y colegiada. Ese proceso
comienza por un sobrio apretón de manos entre los comunistas reformistas
y los demócratas de la oposición. Son, o deben ser, adversarios
respetuosos, no enemigos. Bienvenido, Pablo Milanés.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=33419
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