La desintegración regional después de Chávez
JOAQUÍN ROY 01/07/2011
Aunque el desarrollo de la convalecencia, recuperación, supervivencia o
desaparición de Hugo Chávez después de su seria intervención quirúrgica
está sujeto a especulación, dos dimensiones de la estructura política y
económica latinoamericana deben sopesarse. En primer lugar, está el
futuro del tejido político venezolano, donde ya el liderazgo de Chávez
había sufrido reveses antes de su viaje a La Habana. Se dudaba si sería
capaz de mantenerse en el poder por el resto de la década. Ahora las
perspectivas son más precarias.
En segundo término, por su impacto continental, el estado médico de
Chávez deberá tener un impacto notable en el entramado de integración
regional, alianzas políticas, esquemas de cooperación y libre comercio,
y fundación de nuevos entes de coordinación latinoamericana. No todo va
ser igual en el caso de que Chávez desaparezca, al menos para tener la
influencia de la que ha disfrutado. Tres entes de alcance continental
pueden dejar de ser iguales tras el percance del líder venezolano:
Unasur, el ALBA y la Organización de Estados Latinoamericanos y del
Caribe (OELC), que debía ponerse en marcha precisamente la próxima
semana en Caracas.
Ya antes del anuncio de la operación de Chávez se había resuelto aplazar
hasta nuevo aviso la cumbre que daría el certificado de nacimiento de lo
que se había interpretado como un OEA sin Estados Unidos y Canadá.
Cualquier intento de dar más cohesión a la integración y coordinación
estrictamente latinoamericana es encomiable y deseable. Pero el perfil
veladamente anti-Estados Unidos podían convertir el experimento en foco
de desacuerdo entre algunos países latinoamericanos que no desean tensar
la cuerda demasiado con el gigante del norte. De allí reciben la mayor
parte de su comercio exterior y las inversiones norteamericanas se han
mantenido a un nivel usual. Sin Chávez, las riendas de la nueva
organización serán un peso demasiado fuerte para líderes con deseos de
centrismo, como el mexicano Calderón. Nada seria de extrañar que la OELC
naciera muerta.
La alternativa de la Unión Sudamericana sigue siendo una incógnita. El
esquema abogado por el expresidente brasileño Lula da Silva para anclar
la hegemonía de su país en el subcontinente al sur de Panamá ha sido
calificado positivamente por sectores amplios de la opinión pública
latinoamericana y su comunidad de centros de reflexión. Aunque en
absoluto se la puede considerar como generadora de integración en el
sentido estricto en la senada del la Unión Europea, Unasur ha comenzado
a ejercer como foro de consultas, eje de experimentos de defensa
subcontinental, y mecanismo de lucha contra algunos de los retos
formidables. El terrorismo, la criminalidad, el tráfico de drogas y de
personas son algunos de los temas en la nueva organización, ya con su
sede en Quito, tiene potencial. La posible desaparición de Chávez puede
no representar un impacto considerable. Todo depende del interés de
Brasil y lo que sus vecinos le permitan a Dilma Rousseff, la energética
sucesora de Lula.
Incógnitas sobre el futuro del ALBA
La salud de Chávez, por otra parte, incidirá notablemente en el
funcionamiento de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra
América (ALBA), una invención personal del presidente venezolano. Sin
estructuras institucionales, con el propio palacio presidencial como
vocero del ente, ALBA ha sido hasta ahora meramente un sistema de
trueque, lejos de una organización de integración regional. El capital
central del esquema ha sido hasta ahora el petróleo venezolano, ofrecido
a precios especiales a otros países de la zona, o en intercambio por
servicios especiales. Cuba es el socio más destacado. Venezuela le
suministra el preciado líquido y Cuba proporciona médicos y maestros,
además de agentes de seguridad. Cada uno de los demás socios participa
según sus conveniencias y necesidades, especialmente el Ecuador de
Rafael Correa y la Nicaragua de los sandinistas. Sin Chávez, el ALBA
puede saltar en pedazos, y su sueño del Sucre, una especie de euro
sudamericano, pieza de museo virtual.
Paradójicamente, la desaparición de Chávez puede dar nuevos bríos a los
demás esquemas de integración regional, con más ambición de seguir el
camino de la UE, al menos como punto de referencia, como ha sido hasta
final del anterior siglo. Fue Chávez el que dio lo que se consideró el
golpe de muerte de la Comunidad Andina (CAN), al dar el sonado portazo
para ingresar en Mercosur. Chávez protestó de esa manera los escarceos
de Perú y Colombia en lograr tratados comerciales separados con Estados
Unidos y la Unión Europea. Chile no dio señales de ampliar su estatus de
observador (fue miembro pleno de la CAN en su momento) y Bolivia ha
amenazado con abandonarla totalmente.
Misterio mayor representa el estado de Mercosur, todavía con el
expediente del ingreso de Venezuela, vetado sigilosamente por sectores
brasileños y paraguayos. De momento, la existencia de Venezuela en el
"mercado común del sur" se reduce en la localización de la bandera
bolivariana en la sede del Montevideo. Gracias a sus avances en las
negociaciones con la UE, el Sistema de Integración Centroamericano
(SICA), heredero más modesto del antiguo Mercado Común Centroamericano,
puede seguir los pasos positivos recientes.
En rigor, habrá que esperar a que se aclare el panorama venezolano y
sobretodo a que se den los pasos decisivos en las propias fuerzas
latinoamericanas de integración. Por el momento, seguirá la tónica de
establecer ligámenes de libre comercio, individuales o a través de
bloques débiles con Estados Unidos y con la Unión Europea. Chávez lo
contemplará hasta los límites de su salud.
Joaquín Roy es Catedrático 'Jean Monnet' y Director del Centro de la
Unión Europea de la Universidad de Miami.
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