28 de junio de 2011

Política cultural, Cambios

Política cultural, Cambios

El momentómetro

Habitualmente, en Cuba cualquier crítica solo es admisible si se
pronuncia en "el momento" histórico correcto

Luis Manuel García Méndez, Madrid | 28/06/2011

En 1989 se implantó en Cuba un sistema de evaluación que rebajaba la
frontera del aprobado y favorecía, en la estela del llamado
"promocionismo", un incremento de las notas medias en el sistema de
enseñanza que no reflejaban en lo absoluto un incremento en la calidad
pedagógica o los conocimientos de los estudiantes. Tras consultar a
maestros, pedagogos y estudiantes, así como las claves del nuevo
sistema, escribí un artículo donde se reflejaba su efecto perverso sobre
la calidad de la enseñanza. Por entonces, yo estaba condenado a escribir
sobre planetas distantes e historia antigua, y el artículo fue
engavetado por la revista Somos Jóvenes siguiendo orientaciones de la
dirección nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, dado que aquel no
era "el momento" adecuado para su publicación. Tres años más tarde, ya
derogado el sistema de evaluación, en una asamblea de la editorial con
el secretario general de la UJC, éste nos invitó a un periodismo más
comprometido, y citó como ejemplo mi artículo que, de haberse publicado
en su momento, hubiera sido extraordinariamente útil para evitar los
males provocados por aquel sistema.

Todos recordamos la sutil dialéctica de "el momento". Habitualmente, en
Cuba cualquier crítica solo es admisible si se pronuncia en "el momento"
histórico correcto. Y ello requiere una delicadísima percepción de hacia
dónde soplan los alisios de la política nacional. Normalmente, nunca es
"el momento", y lo más frecuente es que "el momento", fugaz milisegundo
histórico, pase por nuestro lado sin que nos demos cuenta, y la próxima
estación del crítico sea enterarse de que ya no es "el momento"

"El momento" es una dama famélica a dieta de puro silencio. Camina con
un dedo sobre los labios. Pide silencio, porque cualquier palabra no
autorizada puede servirle al enemigo para componer una copla satírica.
No hay que darle argumentos. Que se resigne a la música instrumental.
Los muertecitos de Stalin no estaban muertos sino en terapia intensiva;
se les proporcionaba respiración artificial de discursos, himnos en
vena. Hasta la intervención de Nikita Kruschov en el XX Congreso. Ese
día los desconectaron de golpe. Y fíjese bien, compañero, sabemos que
hay un bache en la carretera de Viñales, pero no es el momento histórico
de mencionar ese bache, que es bache pero es nuestro. El enemigo usaría
nuestra autocrítica para decir que toda la carretera de Viñales es un
bache, que el comunismo es un bache en la carretera de la Historia.
¿Comprende, compañero?

Entre "Fidel, Kruschov, estamos con los dos" y "Nikita, mariquita, lo
que se da no se quita" hubo un interregno de duda en que un error de
cálculo podía ser fatal. Como lo fue el titular del diario Revolución
ante la invasión rusa a Checoslovaquia de 1968. Los chinos han sido,
alternativamente, hermanos y peones del imperialismo. En 1978, los
"gusanos" se convirtieron en "comunidad cubana en el exterior",
"mariposas", para abreviar. Los sancionados por escribir a sus padres y
hermanos de Miami, pudieron recibirlos en persona y sin disimulo. Nunca
el género epistolar fue tan maltratado. La revista Sputnik pasó de
recomendable a prohibida. Silvio Rodríguez, de prohibido a obligatorio.
Y Fidel Castro, en 1985, durante el "Proceso de rectificación de errores
y tendencias negativas", censuró el desempeño de su propia revolución
como quien acaba de regresar de un largo viaje y encuentra la casa
desordenada.

Ahora hemos escuchado a Raúl Castro afirmar que "o Cuba cambia o se
hunde la revolución"; "o rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir
bordeando el precipicio, nos hundimos"; se refiere a los "errores"
cometidos durante medio siglo de socialismo; invita a "poner sobre la
mesa toda la información y los argumentos que fundamentan cada decisión
y, de paso, suprimir el exceso de secretismo a que nos habituamos
durante más de 50 años de cerco enemigo"; afirma que "es necesario
cambiar la mentalidad de los cuadros y de todos los compatriotas al
encarar el nuevo escenario que comienza a delinearse"; invita a no
frenar, como en el pasado, las iniciativas de cambio, y que los acuerdos
del Gobierno deberán cumplirse y no convertirse en letra muerta como ha
sido habitual.

Y haciéndole la segunda, Alfredo Guevara, vea aquí, considera que Cuba
vive una "transición del disparate" hacia el socialismo y, en un
encuentro con estudiantes universitarios que recoge el portal
Cubadebate, llama a "desestatizar" y "desburocratizar" al país. Advierte
que nada cambiará "mientras todo lo administre una burocracia
disparatada e ineficiente", y llama a "destruir este aparataje
descomunal que ha decomisado la sociedad". "El crimen más grande que
podemos cometer es aceptar que la ignorancia ocupe cargos (…) tenga
poder sobre los demás. Y hay demasiada ignorancia en nuestro Estado
todavía". "Todas mis esperanzas, la verdad, están en que la
desestatización y la desburocratización de la sociedad cubana, conduzca
a una sociedad en que la creatividad de las personas se desencadene y
sea tomada en cuenta seriamente". Y concluye que "en lo más alto de la
cúpula del poder hoy día, no priman ideas dogmáticas", pero que durante
años los dirigentes estudiaban marxismo "como marxismo-leninismo, como
catecismo estalinista".

Como diría Martí, "es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la
luz" (al final del túnel), por lo que el Presidente cubano ha afirmado
que ahora no es tiempo de mirar atrás, confiando en la amnesia selectiva
de los cubanos. Una amnesia en la que también confía Alfredo Guevara.
Pero, desgraciadamente, existen las hemerotecas.

Guevara considera que Cuba vive una "transición del disparate" hacia el
socialismo. Y no queda muy claro a qué se refiere, porque en su
intervención de 1961 en la Biblioteca Nacional afirmó que "después de la
proclamación de nuestra revolución como una revolución socialista, no
puede haber ni crítica ni posición honesta y seria de un intelectual que
no parta del conocimiento profundo y serio de las posiciones
marxistas-leninistas" (Revolución es lucidez, Ediciones ICAIC, 1998).
¿Era ese el disparate? En caso contrario, ¿lo mencionó antes?

Quien llama a "desestatizar" y "desburocratizar" al país, el que
advierte que nada cambiará "mientras todo lo administre una burocracia
disparatada e ineficiente", y llama a "destruir este aparataje
descomunal que ha decomisado la sociedad", es el mismo que encabezó la
cruzada contra Lunes de Revolución en aras de una centralización (del
poder) cultural, el que llamaba a desenmascarar "estas corrientes que se
titulan nuevas y son antiguas, que se enmascaran con la revolución y se
ríen de ella, que apoyan a la revolución y la niegan con su indiferencia
en el arte", ("Las catedrales de paja", en: Nueva revista cubana,
enero-marzo, 1960), y los acusó de no reconocer el cine soviético y de
alabar, en cambio, el cine norteamericano, primero, luego la "nueva ola"
francesa y el cine polaco. Y lo hizo en estrecho contubernio con el
neoestalinismo de Edith García Buchaca. Aunque ahora afirme que durante
años los dirigentes estudiaban marxismo "como marxismo-leninismo, como
catecismo estalinista".

Quien afirma que "el crimen más grande que podemos cometer es aceptar
que la ignorancia ocupe cargos (…) tenga poder sobre los demás. Y hay
demasiada ignorancia en nuestro Estado todavía", no solo hizo silencio
mientras tanta ignorancia era entronizada, sino que practicó él mismo un
favoritismo que con frecuencia primaba en el escalafón virtudes ajenas a
la capacidad y el talento.

El que pone sus esperanzas en que nos encaminemos "a una sociedad en que
la creatividad de las personas se desencadene y sea tomada en cuenta
seriamente", es el mismo que hostigó a Tomás Gutiérrez Alea, la figura
mayor del cine cubano. En Volver sobre mis pasos. Una selección
epistolar de Mirtha Ibarra (Tomás Gutiérrez Alea; Ediciones y
Publicaciones Autor SRL, Madrid, 2007), cuya publicación intentó impedir
Alfredo Guevara, aparece el memorando de Titón a Guevara, fechado el 25
de mayo de 1961, "Asuntos generales del Instituto", donde toca
prácticamente todas las llagas que asolarían durante medio siglo la
cultura y la vida cubana: la ultracentralización de la toma de
decisiones, que termina creando un cuello de botella que entorpece el
trabajo; el escamoteo y la ocultación de información para evitar que los
creadores "se contaminen" de algún virus capitalista; la cúpula
autodesignada para decidir quién puede leer o ver esto o aquello sin
mancharse; el monopolio estético, pues todas las obras deberán pasar por
el filtro del gusto de una sola persona; la tendencia a pensar por los
demás e imponer ideas; la minimización de los márgenes de libertad y la
falta de confianza en las personas, con su corolario: la supervisión
excesiva que ralentiza y castra el trabajo, mata la pasión artística y
crea un clima opresivo.

Por eso no es raro que Memorias del subdesarrollo saliera adelante
gracias a la intervención personal de Osvaldo Dorticós, entonces
presidente de la República; que su película El encuentro fuera
paralizada; que algunas de sus películas fueran engavetadas y otras,
llevadas a pasear por diferentes festivales internacionales de la mano
de funcionarios y burócratas, sin comunicarlo siquiera a su director, o
que prosperara, con la anuencia de Guevara, el caso de suplantación
realizado por Santiago Álvarez al apropiarse del crédito de realización
de Muerte al Invasor, dirigido y editado por Titón. En carta de 1977 a
Alfredo Guevara, Titón reconoce que las relaciones entre ambos han
dejado de existir hace tiempo, a pesar de lo cual le escribe para
aclarar cosas en aras del trabajo. Desgrana, entonces, un rosario de
miserias y ostracismo a los que ha sido sometido, e incluso la
posibilidad de irse del ICAIC y no hacer más cine.

En el caso específico de Guevara, hay que reconocer que, muy
selectivamente, dio refugio en tiempos difíciles a artistas condenados
al ostracismo, y no se le puede aplicar que "la ignorancia ocupe
cargos", para decirlo con sus palabras. La explicación la ofrece él
mismo: "Creo que la inteligencia cuando es madura tiene un ángulo de
diabolismo; si no, no es inteligencia". (Entrevista a Alfredo Guevara
por Leandro Estupiñán Zaldívar el 23 de octubre de 2009)

"Más vale llegar a tiempo que ser invitado", reza un viejo proverbio, y
a ese don de la oportunidad apela en todo el mundo la clase política. La
diferencia es que en Cuba solo existe un momentómetro homologado
(obsoleta tecnología soviética remendada una y otra vez), y aunque las
hemerotecas estén racionadas e impere la ley del olvido selectivo, para
su mal, ha venido Pilar Google trayendo "al desmemoriado una almohadilla
de olor".

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/el-momentometro-264665

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