Alberto Lauro
Madrid 28-04-2011 - 12:00 am.
El escritor y periodista Luis de la Paz recibe en Miami el premio Lydia
Cabrera.
Luis de la Paz.
Uno de los poemas más famosos de los dieciocho que componen el Romancero
gitano, escrito por Federico García Lorca en 1928, "La casada infiel",
está dedicado "A Lydia Cabrera y a su negrita". Según Lezama, el nombre
de Lydia Cabrera "esta unido (…) a ciertas mágicas asociaciones del
Iluminismo".
Lydia fue de las primeras figuras de la literatura cubana en alzar la
voz contra el castrismo y exiliarse en Miami, donde falleció en 1991. La
Fundación ArtesMiami ha querido recordar la figura de la autora de El
Monte y de una gran bibliografía afrocubana, instituyendo un premio que
lleva su nombre. La primera entrega le fue concedida a Gloria Leal,
directora asociada de El Nuevo Herald. La segunda edición del premio ha
recaído esta vez en el escritor y periodista Luis de la Paz, del Diario
Las Américas. En la entrega le acompañaron la directora del grupo
ArtesMiami, Aida Levitan, y la embajadora Cristina Barrios, cónsul
general de España en Miami, el sábado 9 de abril.
Con él conversamos.
¿Llegaste a tratar a Lydia Cabrera?
La primera vez que vi a Lydia Cabrera fue en diciembre de 1980. Estaba
prácticamente recién llegado al exilio. Fue durante un homenaje que se
le realizó a ella, junto a Enrique Labrador Ruiz y Carlos Montenegro.
Recuerdo que Reinaldo Arenas leyó un texto maravilloso, que luego
recogió en su libro Necesidad de libertad. Al terminar, Reinaldo me
pidió que llevara a Lydia y a Titina a su casa. Las llevé. Reinaldo
también iba en el carro. Unos meses después me la encontré en un rincón
de una feria comunitaria donde vendía sus propios libros. Me dio
tristeza verla en esos menesteres propios de negociantes, libreros o
usureros, no de una escritora de su talla. Se lo dije, pero no le dio
importancia. Lo veía como consecuencia de nuestra condición de
exiliados. Luego la visité varias veces en su apartamento de Coral
Gables. Lydia era de una sencillez asombrosa, conversadora, llena de
vivencias, que había vivido mucho y con intensidad. Compartir con ella
era una delicia.
¿Qué significa recibir el premio para ti?
Me fue entregado por mi trabajo como periodista. Significa que alguien,
una institución, en este caso ArtesMiami, que preside Aida Levitan, ha
seguido mi trayectoria, leyendo mis columnas en el Diario Las Américas,
y ha entendido que el resultado de ese trabajo, que hago con tanto
esfuerzo como dedicación desde 1996, posee valores que lo hacen
merecedor de ese reconocimiento. En particular, que el galardón lleve el
nombre de mi admirada Lydia Cabrera, me hace sentir más satisfecho aún,
y como expresé el día de la entrega, realza mi compromiso como escritor
y periodista.
¿Cómo ves la labor de un escritor cubano en el exilio?
Es tan dolorosa como en la Isla. La creación es un trabajo solitario, la
lucha entre el individuo y sus fantasmas. La diferencia es que en el
exilio no hay que temer a la policía política, que registren tu casa y
te incauten los manuscritos, lo que le ocurrió a muchos escritores en
los años setenta, como Reinaldo Arenas, Carlos Victoria, Daniel
Fernández y René Ariza, por sólo citar a unos pocos amigos. En el
destierro no se tiene ese temor, pero hay que luchar contra la
indiferencia de las editoriales importantes, que miran a la isla cuando
buscan literatura cubana, desconociendo la sólida labor de los
escritores cubanos exiliados. Conozco a escritores que por sus obras, en
su momento, alcanzarán el reconocimiento que merecen.
¿Desde cuándo descubres tu pasión por la escritura?
Mi primera vocación fue el periodismo. Luego vino la literatura. Al
final, han ido parejas, definiéndome a mí mismo como "escritor y
periodista", así en ese orden.
A la llegada de Castro al poder tienes 3 años. ¿Cómo fue tu infancia?
Fue maravillosa, pero siempre asociada a una serie ascendente de
carencias, fruto de la llamada Revolución. Mi tía Zoila, una mujer
encantadora y única en mi vida, que además era mi madrina, me llevaba a
pasear todos los domingos. Muchas veces íbamos a cruzar la bahía de La
Habana en la lancha de Casablanca. Todavía me veo en el embarcadero,
frente a un puesto ambulante de frita: "¡Cuidado no te quemes!" —siempre
me advertía Zoila cuando me aproximaba al carrito, a mirar la enorme
paila con la manteca hirviente, donde preparaban minutas, fritas,
mariquitas y otras delicias. Luego cruzábamos la bahía y me perdía en el
pintoresco poblado. Subía una escalera que me parecía interminable y al
final me encontraba con el Cristo de La Habana. Desde allí contemplaba
la ciudad, el litoral que se perdía en la distancia, los carros
desplazándose por el Malecón y algún que otro barco entrando en la
bahía. Al terminar el paseo, antes de regresar a la casa, me llevaba a
La Estrella de Oriente, una cafetería en la calle Galiano para que
tomara helado. Con el paso de los años, es decir, con la consolidación
del castrismo, desapareció el puesto de frita, la máquina de helado dejó
de funcionar y nunca la repararon, hasta que cerró La Estrella de
Oriente. En Casablanca, una tarde subiendo la escalinata, encontré una
cerca, un guardia armado y un cartel que decía: "No pase. Zona militar".
De manera que la infancia fue una creciente incursión en las
privaciones, pero aún así el recuerdo general es agradable.
¿Hay mucho de tu experiencia personal en tus narraciones?
Definitivamente. Mi literatura es mi mundo, visto (filtrado) como yo lo
recuerdo; como ha de ser.
Has incitado a otros autores a que escriban sus autobiografías. ¿Cuándo
haces la tuya?
Tu pregunta me estremece. ¿Crees que estoy ya en edad de escribir mi
autobiografía? A pesar de haberles pedido a otros que la escriban, creo
que en un escritor, su más genuina autobiografía, es su obra.
Los escenarios de tus cuentos son La Habana y Miami. ¿En tus textos
inéditos también?
La Habana y Miami han sido los dos polos de mi existencia. En una viví
23 años, en la otra llevo 31. Esos dos términos geográficos han marcado
mi vida y mi obra, y la seguirán definiendo. No hay escape.
Tú has formado parte de la redacción de varias revistas. ¿Cómo has visto
la recepción de las mismas en los cubanos del exilio?
Las revistas literarias siempre son atractivas a los lectores, pues por
su diversidad permiten encontrar en un solo lugar una variedad de temas,
inquietudes y perspectivas. Formé parte de la revista Mariel
(1983-1986). Una mirada a esa publicación, tres décadas después, nos
permite hallar en ella las voces más importantes de la literatura cubana
de la época. Luego co-dirigí Nexos, que fue una publicación virtual que
acogía las voces de las dos orillas. Más tarde fundé El Ateje, que tuve
entre el 2001 y el 2008. En 21 números colaboró también una parte
importante de los escritores del exilio.
¿Sabes si han tenido repercusión dentro de Cuba?
Creo que sí. Siempre es difícil medir lo que llega o se lee en Cuba,
pero he conversado con algunos escritores que dicen haber oído hablar de
ellas, y otros la leyeron en internet.
En una conferencia exhortas a no tenerle miedo al spanglish. ¿No lo ves
como un atentado a la pureza del idioma español?
No. El spanglish es una consecuencia idiomática propia de un país sui
generis como lo es Estados Unidos. Creo que es un método de comunicación
urgente, limitado a un sector en particular: dos personas que hablan
inglés y español pueden recurrir al spanglish, pero si uno de ellos es
monolingüe, la posibilidad del spanglish no existe en lo absoluto. En
general, pienso que es un lenguaje de supervivencia. Quienes lo utilizan
lo abandonan cuando llegan a aprender el inglés.
Sin embargo, es una realidad a la que no se puede escapar, aunque no se
debe olvidar que a su vez es una realidad localista. El spanglish que
hablan los hispanos en California es distinto al del mismo grupo en
Nueva York o Miami. Además, pienso, es algo que afecta a cualquier grupo
en regiones fronterizas o en territorios donde hay comunidades multiétnicas.
He visto en Televisión Española un reportaje sobre sus ciudadanos en la
frontera con Portugal y la mezcla de idiomas es evidente, de manera que
se trata de una realidad más general de lo que se pueda imaginar. Lo que
pasa es que en Estados Unidos se hace más palpable porque la mezcla de
lenguas ha creado palabras nuevas y, en algunos casos, un metalenguanje
localista, no exento de peligros, como el famoso "llámame pa atrás",
reemplazando a "devuélveme la llamada". Pero, salvo algunos términos, no
creo que el spanglish vaya a llegar muy lejos, precisamente por su
condición de fenómeno de minoría.
Mucho menos tendrá capacidad de atentar contra el español como lengua
madre. Pienso, sin embargo, que con quien hay que tener ojo avizor es
con la Real Academia de la Lengua Española, y sus nuevas reglas... Y
mirar con reticencia el Diccionario Panhispánico, capaz de recoger
términos como "interviuvar". Ese sí me hace temer.
¿Cuál fue tu contribución a la 'Enciclopedia del Español en los Estados
Unidos', publicado por Santillana, bajo la dirección del académico
Humberto López Morales?
Los organizadores de la Enciclopedia me pidieron un trabajo sobre la
narrativa cubana. Me centré en un género: el cuento en el exilio. El
trabajo lo hice con José Abreu Felippe. La sección la complementa un
trabajo de Uva de Aragón sobre la novela. Creo que ese libro pone en
evidencia la contribución de los hispanos a la vida y al crecimiento de
los Estados Unidos.
¿Crees que el Pen Club de los escritores cubanos en el exilio podría ser
la contraposición de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas
de Cuba)?
No. No creo que lo sea ni que deba ser una contraposición a la UNEAC. El
Pen, como institución internacional, existe desde antes que surgiera la
UNEAC. En Cuba, Jorge Mañach fue presidente del Pen Club, y Octavio
Costa, que murió en el exilio, fue su último presidente durante la etapa
republicana. Luego dejó de funcionar en Cuba el Pen por razones obvias.
La esencia de la UNEAC es, y ha sido, la de respaldar el socialismo, es
decir, responder a una ideología política, mientras que la misión del
Pen Club es la creación literaria en completa libertad y pluralidad de
ideas. Los escritores cubanos miembros de la UNEAC saben que pertenecen
a una organización que ejerce un control sobre ellos, que les censura y
les exige una lealtad partidista, o sea, oficialista. Ellos están
conscientes que en ese foro no hay cabida a la libertad creativa. No
olvidemos: "dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada".
Uno de los estatutos fundamentales de la UNEAC establece: "Rechazar y
combatir toda actividad contraria a los principios de la Revolución".
Los miembros del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio rechazan y
combaten toda actividad contraria a la libertad de expresión y objeta
ideologías que socaven esa libertad.
Es inevitable que te pregunte por el éxodo del Mariel. ¿Qué queda en ti
de esa experiencia?
El Mariel es parte de mi vida. Está en mi obra, en mi cotidianidad, en
mis recuerdos. Fue la puerta para la libertad, para poder vivir, ser yo
mismo, sin ataduras, sin máscaras, sin la zozobra permanente de ser
arrestado por escribir, por pensar distinto, por ser distinto.
Igualmente inevitable es que hablemos de tu amistad con Reinaldo Arenas
¿Qué te pareció la entrevista que le hicieron a su madre —Oneida
Fuentes— en 'El Caimán Barbudo' en La Habana?
Es la voz de una madre y siempre una madre piensa en términos filiales.
En resumidas cuentas Oneida, al igual que Reinaldo, todos nosotros,
somos el resultado de una tiranía. Si no hubiera existido el castrismo,
con su ferocidad destructora, con su manipulación para mantener a las
familias separadas y sembrar el odio entre hermanos, tal vez ni Reinaldo
ni ninguno de nosotros nos hubiéramos ido de Cuba. En términos precisos,
el castrismo es el culpable de los padecimientos de los cubanos por más
de medio siglo, y de los sufrimientos de Oneida por su hijo.
¿Cuándo nos darás una novela?
Yo soy cuentista. Me resulta difícil trabajar en términos de novela, en
realidad hay algo temperamental. No obstante trabajo no en una, sino en
dos novelas.
Bienvenidas sean.
http://www.diariodecuba.com/cultura/4353-somos-el-resultado-de-una-tirania
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