La Cuba posible
Ariel Hidalgo
Un grupo de treinta cubanos residentes en once países de Europa y
América, todos profesionales, principalmente profesores, sindicalistas,
médicos y periodistas, subscribieron el pasado 20 de marzo un documento
donde expresan su aspiración por una Cuba mejor. Se les llama "Grupo de
Concordia", porque la inmensa mayoría subscribió en el 2008 la
Declaración de Concordia, firmada aquella vez por un centenar de cubanos
anhelantes de la reconciliación entre todos en una patria donde no se
discrimine a nadie, ni por el color de su piel, ni por sus ideas o
preferencias, y mucho menos por ser cubanos. Justamente, la carta
suscrita ahora, Una Cuba mejor es posible,
(http://concordiaencuba.blogspot.com/2011/03/una-cuba-mejor-es-posible.html)
conmemora tres años de firmado aquel documento, pero sobre todo, da una
respuesta a la dirigencia actual que pretende trazar un camino de ruta
para un cambio que pone en peligro lo único que ese pueblo ha logrado
mantener todos estos años: la esperanza.
En medio de los recortes de los pocos beneficios sociales que le
quedaban a la población –limosnas que incluso permitían hablar de
"socialismo"–, y en medio de una de las más profundas crisis de toda su
historia, quieren despedir a más de un millón de trabajadores de las
empresas del Estado y cerrar muchos centros que consideran no rentables.
Justamente han sido inoperantes por hallarse bajo administraciones
burocráticas corruptas. Y esa misma dirigencia, aun reconociendo
reiteradamente esa corrupción, paradójicamente, pretende conceder a esa
burocracia más poder al programar, entre los cambios, la autonomía
empresarial, lo cual significa generar más descomposición y por ende
profundizar aún más la crisis. Porque lo que se ha demostrado hasta la
saciedad es que precisamente ese envilecimiento administrativo es
consubstancial del modelo que se pretende mantener con algunos cambios
de forma. Lo que le sobra al Estado no son cientos de miles de
trabajadores de sus centenares de empresas, sino, justamente, los
cientos de empresas donde están esos cientos de miles de trabajadores.
El Estado debe deshacerse de ellas de una vez y para siempre y que luego
sean los propios trabajadores quienes consideren quiénes sobran en sus
plantillas. La otra opción es un capitalismo feroz de mafias
empresariales como en la actual Rusia o de masas obreras sometidas a un
régimen de trabajo casi esclavo por salarios de hambre como en China.
Una Cuba mejor es posible. Si algunas empresas estatales van a ser
cerradas por no ser rentables, nada se pierde con entregárselas a los
trabajadores para que las administren mediante la autogestión. Si con su
experiencia laboral y su capacidad tienen la posibilidad de participar
en la dirección de las empresas y obtener sus ganancias según como
vendan en el mercado, tendrán un mayor estímulo para producir más y
mejor y para conservar y desarrollar sus empresas, a diferencia de
burócratas seleccionados desde arriba sólo por méritos políticos con la
carta blanca que les da el Estado de espaldas a los intereses de los
trabajadores y de toda la sociedad. Si se comprobara que este sistema
funciona, ¿por qué no extenderlo a todas las empresas actualmente en
manos del Estado?
No se concibe tampoco que los cooperativistas, tanto agrícolas como de
pequeños centros cedidos como usufructo a los trabajadores, tengan que
pagar arriendos, además de impuestos a un Estado que supuestamente es
sólo administrador en nombre de ese pueblo del que esos trabajadores
forman parte. Los paladares y demás cuentapropistas han demostrado
sobradamente una mayor eficiencia que las empresas estatales, y lo
serían aún más con un mejor trato fiscal y menos prohibiciones.
¿Por qué sólo extranjeros pueden invertir en Cuba? ¿Por qué sólo
extranjeros residentes pueden vender y comprar casas y autos. ¿Por qué
sólo ellos tienen acceso a la televisión parabólica y a internet? Es
preciso suprimir las figuras delictivas que obstaculizan la práctica de
esos derechos, como las correspondientes condenas por motivos políticos
y económicos y las sustituya por otras que establezcan un estado de
derechos, principalmente la libre expresión y asociación, la libertad de
movimiento y la elección por voto directo en las circunscripciones (o en
centros de trabajo), sin interferencias gubernamentales o partidistas, a
los representantes del pueblo a cargos públicos. Con todo esto, el
pueblo cubano no sólo echará a andar sino que volará hacia las
estrellas. No sólo se detendrá el flujo migratorio hacia el exterior
sino que muchos extranjeros querrán radicarse en el país.
En concordancia con todo lo anterior, los firmantes exhortan a todos los
cubanos a renunciar para siempre a la violencia física y verbal, a
asumir un espíritu de paz y fraternidad, y a no discriminar a ningún
cubano por sus ideas políticas. "La patria está sobre todas las banderas
ideológicas", concluyen, y lo que se impone es "la unidad de todos los
cubanos para levantar, codo con codo, con un espíritu de concordia, el
hogar nacional libre, soberano y próspero".
Infoburo@AOL.com
http://www.elnuevoherald.com/2011/03/31/v-fullstory/913821/ariel-hidalgo-la-cuba-posible.html
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