El expresidente estadounidense se reúne con una veintena de disidentes
antes de abandonar la isla
MAURICIO VICENT | La Habana 30/03/2011
Carter mostró nuevamente su carácter de hábil negociador y hombre de diálogo
Los bancos estatales cubanos podrán conceder créditos a campesinos
privados para la compra de medios de trabajo e insumos
Más no se puede. Carter mostró nuevamente su carácter de hábil
negociador y hombre de diálogo. Se metió en todos lados y a todos dijo
lo que quería decir. Del mismo modo que habló con la oposición, les
expresó su solidaridad y demandó para los cubanos libertad para salir de
su país, pidió la exclusión de Cuba de la lista de los países que según
Washington patrocinan el terrorismo, demandó eliminar las restricciones
de viaje de los estadounidenses a la isla y reclamó el fin de la ley
Helms-Burton, que pretende lograr un cambio de régimen y tiene carácter
extraterritorial.
Sobre el caso que en estos momentos más tensa las relaciones
bilaterales, el de Alan Gross, acusado de subversión y condenado a 15
años de cárcel, fue extremadamente cuidadoso. Dijo que lo visitó en la
cárcel, defendió su inocencia y pidió su rápida liberación, pero del
mismo modo afirmó que el caso de los cinco agentes cubanos encarcelados
en Estados Unidos por espionaje, conocidos en la isla como los Cinco
Héroes, debía resolverse con una medida de gracia pues no suponen ningún
peligro para Estados Unidos.
Carter, siempre discreto, se mostró seguro de que Gross saldrá pronto de
prisión, ya sea absuelto por el Tribunal Supremo -algo poco probable- o
gracias a una medida humanitaria. Si lo dice el exmandatario
norteamericano, por algo será. El martes estuvo reunido durante varias
horas con Raúl Castro y este le reiteró la "disposición" de su Gobierno
a establecer un diálogo con Estados Unidos "sobre cualquier tema", pero
en términos de igualdad y sin condicionamientos. También abordaron el
tema de los cambios económicos y las reformas que se introducirán en la
isla después del VI Congreso del Partido Comunista. El expresidente
norteamericano aseguró que le dijeron que muchas de las inquietudes
manifestadas por la población en los últimos meses han sido recogidas en
los documentos a discutirse en el Congreso, y pareció dar un voto de
confianza a las transformaciones que se avecinan en Cuba, donde las
autoridades admiten ya abiertamente que el viejo modelo socialista no
funciona.
Durante su tercer y último día en La Habana, Carter mantuvo dos
encuentros con un nutrido grupo de opositores en el hotel de La Habana
Vieja donde se alojó. En el primero se reunió con Yoani Sánchez y un
grupo de blogueros críticos, junto a veteranos opositores como el
activista de los derechos humanos Elizardo Sánchez, el líder del
Proyecto Varela, Oswaldo Payá, y el disidente católico Dagoberto Valdés.
En un segundo momento, Carter se entrevistó con una decena de ex presos
de conciencia pertenecientes al Grupo de los 75 -liberados recientemente
gracias a la mediación de la Iglesia Católica- así como con
representantes del movimiento de las Damas de Blanco, familiares de los
opositores que integran dicho colectivo. Los disidentes dijeron que fue
un encuentro "cálido y respetuoso" -duró alrededor de dos horas- en el
cual Carter ofreció "respaldo humano" y "apoyo moral" al movimiento
opositor.
Préstamos para la iniciativa privada
Coincidiendo con el viaje de Carter, el diario oficial Granma informó de
una medida económica aperturista y novedosa, de calado si se cumple, que
fue aprobada por el Consejo de Ministros en su última reunión: a partir
de ahora, los bancos estatales cubanos podrán conceder créditos a los
campesinos privados y cooperativistas "para la compra de medios de
trabajo e insumos" en la red comercial, con el objetivo de "elevar la
producción de alimentos".
También está previsto conceder "préstamos" a cientos de miles de
trabajadores por cuenta propia para que puedan iniciar sus negocios y
"financiar" sus inversiones "mediante la compra de bienes, insumos y
equipos", una medida de respaldo sin precedentes a la iniciativa
privada, que se complementa con la autorización para que los
particulares puedan vender productos y servicios a las empresas
estatales, así como firmar contratos legales con el Estado. La medida en
cualquier país puede parecer normal, pero en Cuba supone un cambio
revolucionario, nunca mejor dicho.
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