28/02/2011 - 08:29
La muerte tras una huelga de hambre del disidente cubano Orlando Zapata
-cuyo primer aniversario se recordó el jueves pasado- fue una potente
señal para la opinión pública internacional de que bajo el gobierno de
Raúl Castro, que por entonces cumplía dos años en el poder, el régimen
habanero no había cambiado su vena dictatorial. Con todo, el
fallecimiento de Zapata generó un revuelo mundial que, junto con poner
una vez más el foco en la situación de derechos humanos bajo el gobierno
castrista, consiguió que éste aceptara, con la mediación del gobierno de
España y la Iglesia Católica cubana, liberar a un total de 52
disidentes, a condición de que éstos aceptaran abandonar la isla o
desistir de sus críticas. La primera exigencia, que aceptaron 40 de los
presos de conciencia -todos condenados por su activismo político-,
recalcó nuevamente el carácter autoritario de ese gobierno, que imponía
el extrañamiento a sus ciudadanos por su opinión política, o el silencio.
A principios de este mes La Habana dejó de exigir a los restantes
detenidos -que son sólo una fracción del total de presos políticos en
Cuba- que partieran al exilio como condición para liberarlos, lo que
cabe celebrar. A la sazón sólo media docena permanece tras las rejas y
se especula que pronto todos serán liberados. Con todo, el tortuoso
proceso para llegar a ese resultado hace suponer que el régimen cubano
aún no parece dispuesto a aceptar estándares básicos de respeto a los
derechos y libertades individuales. Mientras eso no ocurra, los
múltiples anuncios de reformas económicas y de modernización del aparato
estatal que ha hecho Raúl Castro durante el último año no deben
confundir a la comunidad internacional respecto de la falta de cambios
en lo fundamental: su política de ponerle un precio al disenso de los
cubanos.
http://www.latercera.com/noticia/opinion/2011/02/893-347960-9-cuba-el-precio-de-disentir.shtml
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