Miércoles, Diciembre 15, 2010 | Por Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – Un joven abogado que a
veces me invita a sus juicios me contó que hace unos días sucedió algo
insólito en el Tribunal Territorial Militar ubicado en San José de las
Lajas, al sur de La Habana, donde unos santeros llenaron de polvo el
estrado de los jueces, con la intención de favorecer el resultado de sus
parientes, implicados en delitos de cierta gravedad. Su representado no
contrató los servicios de ningún brujo, pero recibió una sanción
imprevista, al igual que otros inculpados.
Supone el penalista que en la decisión influyó el malestar de los jueces
ante el reguero de polvos y otras señales de brujería. Al percatarse de
"la obra" el jefe de la sala le ordenó a la secretaria que buscara un
trapo para "barrer la basura". La tensión propia de la vista oral con
las intervenciones del fiscal, sus testigos, los acusados, la defensa y
el arbitraje del juez, estuvieron caldeados por el desafío del supuesto
maleficio.
Señala el amigo que esto es más común de lo que muchos suponen. Hay
quienes creen que el encargo a un palero puede revertir los resultados
del juicio y "suavizar la propuesta del fiscal, enredarle la lengua al
abogado si su cliente está en el bando contrario, o poner en voz de los
jueces las órdenes de "la prenda", vinculada a los muertos que asisten
al practicante, quien dialoga con estos mediante un complejo sistema de
adivinación que pasa por la interpretación de los caracoles y la
alimentación de la ganga con animales como el gallo, chivo o carnero.
Aunque existen ingenuos y oportunistas, los "ahijados" de paleros,
santeros y babalawos, creen en el poder de los encargos, en la fuerza de
los muertos y en detalles propios de su concepción mágico religiosa, lo
cual los induce a "tirarle a los jueces, el abogado o el fiscal", previa
exploración de la posible sentencia, de manera que a veces, al pasar por
una ceiba o en la puerta de su casa, los operadores de derecho tropiezan
con señales de brujería.
Al penalista no le preocupa que "lo metan en el caldero", pues cree que
todo juicio es una representación teatral, sobre todo si hay presión
desde arriba, dinero por medio o policías que invocan "pruebas
operativas secretas" que complican al acusado y dejan al defensor en
desventaja, salvo que el jefe de sala desestime el testimonio de los
uniformados y apueste por la imparcialidad.
Señala que semanas atrás, un babalawo que él sacó de la cárcel, acusado
de acosar sexualmente a la hijastra, pasó por su casa con unos tragos de
más, y en vez de darle las gracias le dijo que su libertad se la debía a
Orula y Olofi, dioses del panteón yoruba, quienes le aconsejaron qué
hacer durante el encierro.
Las caras del error de tan peculiar manera de influir en la justicia son
palpables también en el Tribunal Provincial de La Habana, donde en
ocasiones hay que sacudir estrados y retirar "otros regalitos"
destinados a apaciguar a jueces, fiscales y abogados. Según el amigo
penalista, si benefician a alguien es a la familia de la víctima, pues
los jueces no se dejan impresionar y dictan sentencias sin pensar en la
cólera de los muertos ni en el poder de Ochun, Yemayá y Orula.
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