Adolfo Pablo Borrazá (PD)
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - La habaneros están
alarmados por algo que los medios nacionales no reportan: la nueva ola
de asaltos a los ómnibus de transporte público. Las personas temen
salir a la calle. Ni siquiera la algarabía oficial con los preparativos
para el próximo congreso del partido comunista ha logrado distraer del
asunto la atención de los preocupados habaneros.
Es mucho lo que se especula sobre los asaltos. Algunos dicen que los
cacos andan encapuchados, otros que son una pandilla que tiene su base
en el municipio Marianao, y que los delincuentes son muy jóvenes. Las
mujeres cuentan que los malhechores exigen a punta de pistola,
celulares, billeteras y hasta los zapatos. Las historias parecen de
película.
Ciertos o no los detalles, la cuestión es que existe gran tensión.
Mientras tanto, la prensa oficial calla. No está interesada en los
problemas ni el bienestar de la población. Muchos son los problemas que
agobian a los capitalinos y muy poca la información sobre éstos. La
retranca del gobierno no permite que se mencione en los medios siquiera
un robo o un asesinato que enturbie la imagen de paz socialista, excepto
cuando se le puede sacar algún tipo de provecho político a la noticia.
A los asaltos, hay que sumar las estafas y el aumento de la prostitución
entre los jóvenes de ambos sexos. Se cree que los despidos masivos que
anunció Rául Castro acelerarán la ya alarmante degradación de la sociedad.
La policía nunca aparece cuando es necesario. Hay más policías que
nunca, pero todos están muy ocupados en "proteger a las Damas de Blanco
del pueblo enardecido", o "controlar" a contrarrevolucionarias como
Reina Luisa Tamayo.
Mientras la prensa habla del congreso del Partido, la inminente guerra
nuclear, y las propuestas para unificar las dos monedas y eliminar la
libreta de racionamiento, por las calles de la capital anda suelto el
fantasma de la inseguridad ciudadana, que se hace cada vez más
perceptible aunque el régimen quiera ignorarlo.
En la actualidad, el Estado parece incapaz de proporcionar a la
ciudadanía la relativa protección contra los robos y la violencia, la
seguridad ciudadana, que la represión y el férreo control tenían antes
como efecto secundario. La inseguridad de los cubanos con respecto al
futuro, la violencia cotidiana, el creciente temor de ser asaltados en
las calles del otrora "país más seguro del mundo", debido a la
generalizada pérdida de valores morales y la necesidad de buscar el
dinero a cualquier costo, desmienten el discurso de las autoridades.
Los habaneros temen por sus vidas, se sienten inseguros. Saben mejor que
nadie que es en la calle, y no en el televisor, donde está la verdad. Y
"la calle está malísima".
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