Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) – En Cuba se ve mucha gente
con retardo mental, viven y duermen en las nubes y lo mismo les da pito
que flauta. Pero algunos van a las urnas para votar en las amañadas
elecciones que organiza la dictadura castrista y votan por un delegado
que no conocen y con quien jamás mantendrían una conversación racional.
La Organización Mundial de la Salud, al referirse a esta enfermedad,
señala que va en aumento, sobre todo en los países subdesarrollados, y
recomienda urgentes medidas preventivas y tratamientos adecuados.
Como la prensa oficial cubana jamás ha hablado de cifras a nivel
nacional, se ignora si existe algún censo interno del Ministerio de
Salud Pública sobre esta enfermedad que no se divulga, como sí se ha
hecho con la esquizofrenia, la ceguera, etc.
Pepín es un retardado mental que pasa de los cuarenta años. Vive en el
municipio Playa. Como él, son muchos los que se ven por las calles, en
harapos, sin bañarse y en busca de comida en las casas y cafeterías del
área.
Por gestiones de algunos vecinos, que piensan que Pepín tiene el alma
enferma, o que es un poseído del demonio, ha estado ingresado por loco
más de tres veces y de del manicomio ha salido, sano de cuerpo pero más
débil de aún de mente.
Parece loco, pero no lo es. Así le dijo el difunto y célebre director
del hospital psiquiátrico de Mazorra, doctor Bernabé Ordaz, cuando lo
puso en libertad por última vez.
Pepín no hace daño si no se meten con él, pero tiene mal genio. Cuando
lo provocan gritándole "bobo de la yuca", se vuelve tan agresivo que no
queda piedra en la calle que no lance a diestra y siniestra. Si alguien
le pregunta si todavía Ordaz lo protege, porque según él, es su padrino
desde el cielo, se pone triste y le da por caminar días y días, perdido
por las calles de La Habana.
Hace poco se celebraron las últimas elecciones para delegados a la
Asamblea Nacional y por esos días Pepín andaba tranquilo, sin gritar por
gusto; parecía un tipo normal. Alguien le propuso que votara y Pepín
aceptó de inmediato; se sintió importante, se bañó y se peinó por la
mañana. Parecía otra persona, pero cuando al salir le preguntaron por
quién había votado, abrió desmesuradamente su boca sin dientes y gritó:
-Por Ordaz, asere, ¡por Ordaaaaaaz...!
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