Cuba, ¿el principio del fin?
By ARIEL HIDALGO
La decisión de un drástico paso de descentralización del régimen cubano
es una confirmación práctica de la aseveración, pocos días antes, del ex
presidente y aún secretario general del Partido Comunista Cubano, Fidel
Castro: ``El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros''.
La explicación posterior de que se refería al modelo capitalista vigente
en Cuba antes de la revolución, no tiene sentido como respuesta a la
pregunta del periodista norteamericano Jeffrey Goldberg. Evidentemente
la crisis debe haber adquirido dimensiones estratosféricas para que la
alta dirección anuncie ``la reducción de más de 500,000 trabajadores en
el sector estatal'' en sólo seis meses para trasladarlos al sector privado.
La declaración y la nueva política económica parecerían anunciar el fin
de un modelo de centralización donde el ciudadano no es más que, al
decir de José Stalin, una tuerca de la maquinaria estatal. Quien lea la
noticia sólo en titulares, lo que percibe es que 250 mil empleados del
Estado pasan a crear microempresas, mientras que 200 mil se convierten
en autogestionarios de pequeñas unidades estatales convertidas ahora en
cooperativas, algo que hasta sectores de la izquierda y socialistas
democráticos de todo el mundo verían con muy buenos ojos. Y ya hay hasta
quienes comentan: ``Con esto los líderes cubanos piden disculpas por el
error de 1968''. Incluso, hay un mensaje velado al amplio segmento
inconforme de sus propias filas partidistas que exigen el fin del
monopolio estatal sobre la economía y la participación de los
trabajadores en la dirección y utilidades de todas las empresas,
socialistas democráticos como Pedro Campos e incluso académicos
anarquistas como Ramón García Guerra: ¿No querían cooperativas y
autogestión? Pues ahí las tienen.
En verdad, habría que aplaudir las medidas como pasos hacia una sociedad
participativa si estuviesen complementadas con otras que desbrozaran ese
camino, pero conociendo el modus operandi de la alta dirigencia en
iniciativas anteriores muy semejantes, así como lo que ya se empieza a
perfilar, podríamos enumerar los obstáculos:
• Ausencia de recursos. ¿Cómo 450 mil ciudadanos van a adquirirlos para
emprender una actividad económica independiente? Hasta el presente el
Estado, contando con muchos de los materiales que esos trabajadores
necesitan, se niega a vendérselos así como a concederles créditos.
Resulta difícil creer que esos créditos los ofrecerá el Banco Central de
Cuba con la actual crisis de liquidez. Se requeriría que tanto
cuentapropistas como cooperativistas pudieran tener acceso a los
programas internacionales de microcréditos o al menos que se permitiera
la ayuda de los desterrados, no sólo de familiares y amigos sino además,
de otros cubanos solidarios dispuestos a impulsar un movimiento de apoyo
a sus compatriotas en Cuba.
• Un sistema tributario de altos impuestos, tan elevados como el 40 por
ciento para los restaurantes. Para colmo se anuncia un nuevo sistema
fiscal más riguroso. Justamente la principal razón de la existencia
actual de una economía subterránea donde participa aproximadamente un
millón de ciudadanos, fue para evadir las elevadas tarifas impositivas.
• Las restricciones burocráticas de todo tipo impuestas a la actividad
económica independiente para limitarla y restringirla.
• La incapacidad de una gran masa asalariada, en gran parte oficinesca,
para competir, en igualdad de recursos y experiencias, con infinidad de
micro-gerentes de la economía informal graduados con honores desde hace
ya mucho tiempo en la maestría de la sobrevivencia.
s decir, lo aparente es sólo eso, aparente. De lo que se trata realmente
es de la cesantía masiva de un cuarto de millón de trabajadores que
serán lanzados a las calles a la deriva, y otros 200 mil que se les
suelta de las manos --``arréglenselas como puedan''-- en una lucha
desesperada con muy pocas posibilidades de éxito. ¿Y los otros más de 50
mil restantes? ¿Qué deberán hacer? ¿Vivir del robo o lanzarse al mar en
intentos casi suicidas de alcanzar otras orillas? Y lo irónico es que
justamente la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) es quien anuncia la
noticia en un pronunciamiento que más parece una declaración de guerra
contra los trabajadores cubanos, donde justifica y apoya la medida de
forma incondicional. Si con esto hay todavía quienes no perciban el
color ya chillón de la CTC, más amarillo que la yema de un huevo frito,
deben de padecer de un severo daltonismo ideológico.
A las ya desesperantes precariedades por la reducción del subsidio de
productos básicos y el cierre de comedores obreros entre otros recortes,
se sumará ahora el desempleo de cientos de miles de trabajadores. ¿Hacia
dónde vamos? No es difícil predecirlo. Siempre se acusó a la derecha de
Miami de pretender para Cuba, con la agudización del bloqueo, una olla
de presión que tarde o temprano explotaría. Pero ahora, paradójicamente,
esa olla la está creando la propia alta dirigencia castrista. Al final
el panorama será el caos, el incremento generalizado del robo, del
crimen, el éxodo masivo y las explosivas protestas callejeras.
¿Y después? No se sabe.
Lo único cierto es el
apocalipsis.
Infoburo@AOL.com
http://www.elnuevoherald.com/2010/10/01/v-fullstory/812336/ariel-hidalgo-cuba-el-principio.html
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