Publicado el 06-27-2009
Una firmita, por favor
Por Pablo Alfonso
Ricardo Alarcón quiere una firmita. Se la ha pedido al presidente de
Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, insiste
en que Obama puede, con sólo una firma, indultar a los cinco espías
cubanos encarcelados en Estados Unidos. Es cierto que puede aunque no es
tan fácil como pretende Alarcón.
Conocedor del sistema político norteamericano como ningún otro
funcionario de la dictadura castrista, Alarcón lo sabe. Pero insiste
porque esa es su misión. Es la tarea que le asignaron. Conseguir la
liberación de esos cinco espías que la propaganda oficial del régimen ha
bautizado como "Cinco héroes". Cinco "luchadores antiterroristas" que se
infiltraron en Estados Unidos, no para espiar a este país –dicen-, sino
para conocer los planes "terroristas" de las organizaciones anti
castristas radicadas en Miami.
Bajo el manto de esa versión oficial de la dictadura, Alarcón dedica la
mayor parte de su tiempo al tema de los espías. En realidad el tiempo es
lo que le sobra al jefe del "parlamento" castrista, porque su contenido
de trabajo no es mucho si tenemos en cuenta que los diputados cubanos
sólo se reúnen dos veces al año, durante dos días para aprobar los
dictámenes del Consejo de Estado.
En cualquier caso Alarcón sabe que la responsabilidad que le asignaron
es como mantener en la mano la clásica "papa caliente". Le dieron una
tarea donde tiene todas las de perder y poquísimas para ganar. Es casi
una misión imposible.
Subrayo lo de "casi" porque en política hay pocas cosas imposibles. La
línea que separa a lo imposible de lo posible, es muy imprecisa cuando
la política se conjuga con la realidad y las circunstancias. Alarcón lo
sabe y alienta esperanzas.
La dictadura castrista también lo sabe. En medio siglo de poder
dictatorial, el castrismo ha cruzado esa línea de lo posible-imposible,
de lo creíble-increíble, en más de una ocasión. Mao Tse Tung y China; la
URSS desde Kruschev hasta Gorbachov; las guerras africanas desde Angola
hasta Etiopía; las guerrillas desde el Congo hasta Bolivia; el
narcotráfico desde Carlos Ledher hasta Pablo Escobar y los variopintos
grupos subversivos auspiciados por La Habana, han sido en su momento
-dependiendo de realidades y circunstancias-, ejemplos de cómo pasar de
la lealtad a la difamación, de lo sublime a lo ridículo, de lo imposible
a lo posible. La dictadura castrista resolvió muchas veces sus
contradicciones con sólo una firmita; y quizás la mayoría con sólo un
criterio expresado en voz alta por el Comandante en Jefe.
En los regímenes autoritarios y las dictaduras totalitarias uno puede
escuchar propuestas como la que el pasado mes de diciembre lanzó el
general presidente Raúl Castro. Aquello de que manden para Cuba a los
cinco espías encarcelados en Estados Unidos, a cambio de enviar para
Estados Unidos a los presos políticos cubanos, con familias incluidas.
Sin embargo en el mundo del Estado de Derecho, de las democracias
representativas y parlamentarias, de la pluralidad política y la libre
expresión del pensamiento, las cosas son diferentes. Se argumentan de
otra forma. Alarcón lo sabe y esta semana sacó del sombrero mágico de
los sofismas castristas, un "argumento" novedoso.
Preguntado acerca de si sería posible un intercambio de este tipo,
Alarcón contestó "por supuesto que sí", y constató que "hay un interés
de Estados Unidos por algunas personas que cometieron el mismo delito
que los cinco compañeros, ser agentes de ellos, aunque para hacer
distintas cosas". "Entiendo que Raúl lo planteaba como un 'gesto por
gesto' con Estados Unidos", dijo Alarcón en una entrevista con DPA en La
Habana.
Es decir que Alarcón plantea mejorar la propuesta de Raúl Castro. No se
trata de "gesto por gesto", sino de un canje de prisioneros "que
cometieron el mismo delito".
Confieso que no sabía que a los presos de la Primavera Negra los
condenaron por espías. Ni tampoco al resto de los prisioneros políticos
encarcelados en Cuba. Hasta donde yo sé, todos ellos actuaban sin
ocultarse, no utilizaban claves secretas, ni se comunicaban con centros
de inteligencia en Estados Unidos. Fueron condenados por expresarse
abiertamente contra el régimen, por informar públicamente de lo que
acontece en la isla, por pertenecer a grupos opositores que la dictadura
considera ilegales.
¿El mismo delito? Eso es un argumento tan sofisticado como falso.
Alarcón hurgó en antecedentes y recordó que en 1979 Cuba intercambió con
Estados Unidos, a cuatro independentistas puertorriqueños a cambio de
cinco espías norteamericanos encarcelados en la Isla.
Parece que Alarcón está desesperado por cumplir su misión. El tiempo
pasa y quizás ve sobrevolar sobre su cabeza un ave de mal agüero. Tal
vez por eso insiste en que Obama debe decretar sin más la libertad de
los cinco espías.
"La solución está en sus manos. Hay cosas que son más complejas… Pero
puede retirar acusaciones, anular un juicio, perdonar a un acusado,
amnistiarlo, sin negociar con nadie. Es una firmita", subrayó Alarcón.
Tengo una opinión sobre tan controvertido tema. Sin desconocer sus
implicaciones éticas y legales, me parece que un centenar de prisioneros
políticos, defensores de la democracia y la libertad, no merecen ir
muriendo en vida en las cárceles castristas, si se puede obtener su
libertad a cambio de enviar de vuelta a su madriguera a los cinco topos
de la dictadura.
¡Pero sin sofismas ni comparaciones, por favor. Llamemos a las cosas por
su nombre!
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