Prolongar la agonía
[17-02-2014]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Las señales siguen confirmando el rumbo.
El gobierno de Argentina se esmera en esto de ganar tiempo y hacer de
esta actitud, una absoluta política de fondo. En realidad, ese es
justamente su gran plan en marcha.
El oficialismo solo pretende concluir el actual mandato constitucional
con el menor daño político posible. No le interesa, en lo más mínimo,
los padecimientos por los que la sociedad deba transitar, ni mucho menos
aún, lograr los objetivos que recita en ese relato retorcido que ha
fabricado con dedicación y que se ha convertido en su propio callejón
sin salida.
En el mientras tanto, intentará negociar las mejores condiciones de
impunidad para la mayor cantidad de integrantes de su tropa partidaria y
si complementariamente puede producir un milagro político, pondrán
empeño para promover al candidato más amigable para sucederlos luego de
esta etapa nefasta signada por la degradación moral.
Ya han demostrado que solo pueden conducir la nave con viento favorable
y cuantiosos recursos. Se han ocupado de dilapidar una de las mejores
oportunidades que ha tenido este país en su breve historia como nación.
Las decisiones que toman a diario tienen una sola dirección. Ellos NO
harán absolutamente nada para resolver los problemas reales, las
verdaderas cuestiones de fondo. No saben como, o simplemente no quieren
hacerlo. Las soluciones disponibles no son de su agrado porque han
resuelto no hacer el trabajo duro. No tienen el coraje necesario para
enfrentar esa determinación, ni el valor político suficiente para
hacerse cargo de las consecuencias esperables de lo que han engendrado
durante años.
Sus energías están puestas en el arte de disimularlo todo. Por cada
decisión que deben tomar, invierten abundante cantidad de horas y dinero
en diseñar argumentos que los justifiquen. La labor consiste en delinear
un discurso aceptablemente verosímil, que logre esconder la verdad y
encontrar a los culpables de lo que está ocurriendo.
La oposición también necesita de tiempo. Está desorientada y no tiene
las soluciones a la mano, ni siquiera ha logrado construir un proyecto
político capaz de enfrentar con dignidad al inmenso e inescrupuloso
aparato estatal con el que cuenta el oficialismo para la próxima batalla
electoral.
De ese lado del mostrador, una dirigencia sin principios, mezquina por
convicción, que cuida sus negocios domésticos y que hace de la disputa
interna su centro de interés, no encuentra los caminos para encontrar
acuerdos elementales que garanticen al menos un poco de
institucionalidad, cierta sensatez y un horizonte con algunos parámetros
definidos.
Lo paradójico de esta etapa, es que muchos ciudadanos, demasiados tal
vez, prefieren este desenlace lento que propone el oficialismo y le
resulta incluso funcional a la oposición. Es probable que eso explique,
en parte, la crueldad de este proceso político. Los "representantes del
pueblo", después de todo, se parecen bastante a los representados.
Dicho de otro modo, los votantes, los que seleccionan a los políticos de
turno, no están dispuestos a asumir los errores como propios, ni tampoco
los evidentes desaciertos electorales, ni mucho menos admitir que su
mirada política errónea es la que explica, en buena medida, el presente.
La sociedad no es la que instruye a ciertos funcionarios para que se
corrompan y administren las arcas públicas como si fueran suyas y se
tratara de un botín. Pero es justo decir que lo estructural de este
fenómeno es la consecuencia inexorable del conjunto de ideas que
defiende una ciudadanía contradictoria que sigue creyendo en la utopía
del Estado honesto y eficiente, cuando abundan pruebas que demuestran
exactamente lo contrario. Es la gente la que fomenta la existencia de un
Estado grande, omnipresente y controlador, ingrediente vital de la
descomposición actual.
Una inmensa mayoría de personas están enojadas con lo que pasa, pero en
algún punto, prefieren este sinuoso sendero, que ofrece una medicina
amarga, como parte de un tratamiento prolongado que tampoco curará la
enfermedad sino que solo atacará parcialmente los síntomas. Se acepta
sin euforia y con resignación, este tipo de alivios porque resulta menos
desagradable, en el corto plazo, que el duro sobresalto que en realidad
se merece una sociedad que ha vivido equivocada desde hace décadas.
Las malas noticias nunca son bienvenidas. Nadie quiere un fuerte
impacto, pero no menos cierto es que esta visión de posponer el trance
sistemáticamente, solo aleja las soluciones reales y pone mayor
distancia del anhelado desarrollo y progreso sobre el que tanto se declama.
El futuro tiene preparado algo mejor. Pero esta es una decisión que se
debe tomar con plena conciencia y resulta evidente que la ciudadanía no
está lista para semejante esfuerzo. La dinámica de emparcharlo todo,
solo postergará el final de esta brutal etapa que ha anestesiado a la
gente, haciendo que la prosperidad deba esperar mansamente su turno.
El dilema de esta nación está a la vista. Y su preferencia también.
Ningún actor social, mucho menos en la política, tiene la más mínima
intención de enfrentar los problemas como corresponde. Eso solo la
muestra la irresponsabilidad de una sociedad que pretende que la
realidad se acomode a sus deseos, sin terminar de comprender que
transita este momento difícil porque ha hecho los méritos más que
suficientes para estar en el lugar en que está. Por ahora, es indudable
que existe consenso tácito para prolongar la agonía.
Source: Prolongar la agonía - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5301ec313a682e0840604d4c#.UwH-fvldXg8
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