¿Y cuándo Stravinski o Ravel regresaron a Cuba?
Un reproche que destaca una pérdida durante la juventud, lo cual no
evita que en la actualidad le acompañe un sentimiento lacrimoso, de
juventud perdida
Alejandro Armengol, Miami | 28/03/2016 9:59 am
Los exilios, si se extienden en demasía, nunca están libres, no de la
nostalgia sino de un eventual ejercicio de masoquismo. Cualquier exilio,
de por sí, es un exceso. Por ello forma parte del mismo que esto suceda.
Algunos de los reclamos —que surgen con el paso de tiempo o se traen al
exilio— conservan su valor emocional, pero al mismo tiempo tienden a
diluir su efectividad política, que se altera con los años.
Acaba de ocurrir en Miami con el concierto de los Rolling Stones en La
Habana. En esta ciudad, más del concierto que se produjo, se habló de
los que no existieron en su momento.
El reproche destaca una pérdida durante la juventud, pero ello no evita
que en la actualidad lo acompañe un sentimiento lacrimoso, de juventud
perdida. Y en este sentido corre el peligro de convertirse en patético.
Los Rolling Stones —sobre todo los Beatles, que eran más famosos en Cuba
entonces— no fueron disfrutados en su momento, como tampoco se vio en la
televisión el descenso del hombre en la Luna y muchos más
acontecimientos. Fue una situación de aislamiento y censura que no
dejará nunca de ser reprochable, pero que ya pertenece a la historia.
La añoranza y el reproche responden a un momento, una o varias
generaciones y también en específico a una oleada migratoria. Proviene
fundamentalmente de los ahora setentones y setentonas que llegaron a
Miami tras el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso. A los pocos meses de
ese éxodo se produjo el asesinato de John Lennon, los Beatles se habían
disuelto ya años atrás. La persistencia de los Rolling Stones es lo que
les ha permitido convertirse en símbolos de entonces.
Así que en ese sector de la comunidad cubana de Miami es donde
posiblemente el concierto en La Habana ha producido un mayor lamento por
lo que no fue. Esa ausencia no tiene nada que ver con el llamado "exilio
histórico", ni con los Peter Pan, ni siquiera en buena medida con los
que llegaron por los "vuelos de la libertad" o a través de Camarioca,
que si bien conocieron de esta carencia musical, pudieron recuperarse
posteriormente.
En Cuba posiblemente se ha desarrollado un sentimiento similar, agravado
en este caso por la permanencia en una situación de carencia y
limitaciones de todo tipo. Los cubanos pueden ahora haber visto u oído
finalmente a los Rolling Stones, pero siguen sin ver un buen filete en
la mesa en la mayoría de los casos.
Más de que de una prohibición de determinada época en la radio, la
televisión y el cine —nunca fue oficial pero siempre fue oficiosa— la
censura y ausencia tuvo un carácter más amplio, que se extendió a Elvis
Presley, en cierto sentido al jazz y en general la música estadounidense.
Como suele ocurrir en Cuba, nunca, salvo en los primeros años, fue
perfecta. Se escuchaban por la radio algunas canciones de los Beatles y
pocas de los Rolling Stones, y lo que más se divulgó luego fueron los
imitadores españoles —de estos y otros grupos que ni siquiera se sabía
los nombres en la Isla—, cuando la censura o el temor retrocedió a
concentrarse en el idioma inglés.
La censura tuvo también un efecto colateral —que ahora se contempla de
forma ambivalente— y fue que por carácter transitivo permitió la
supervivencia por décadas de agrupaciones musicales que de ser otras las
circunstancias habrían desaparecido, más por la "invasión inglesa" que
norteamericana. Quienes se beneficiaron con ello fueron fundamentalmente
las orquestas de charanga, algunas de las cuales sobreviven hasta hoy.
Que estas agrupaciones han llegado a nuestros días puede verse en este
sentido como algo positivo, pero también hay un aspecto negativo. Este
último tiene que ver con el estancamiento en que cayó la música popular
cubana durante las primeras dos décadas del proceso iniciado el primero
de enero.
Así que si el país transitó por un cierre de la música extranjera que
facilitó la permanencia en la radio y la televisión de los interpretes
de música popular, no fue posible por otros factores —en particular por
la falta de un ambiente propicio, desde el cierre o la limitación de
bares y centros nocturnos hasta la desaparición del lumpemproletariado,
estrato social del que surgieron muchos intérpretes y hasta
compositores— que dicha música evolucionara, y se mantuvo estratificada
hasta el surgimiento de los Van Van.
El tercer factor que se mantuvo después de la década de 1960 e incluso
durante los 70, y contribuyó a la ausencia de la llamada "música
extranjera", fue de índole comercial —culpa igualmente de las
condiciones impuestas entonces por el Gobierno cubano— y es que no se
vendían los discos de los Beatles y los Rolling Stones como tampoco se
vendía grabaciones con obras de Stravinski y Ravel. Incluso las
grabaciones del sello soviético Melodiya con demasiada frecuencia no se
encontraban en los anaqueles de las tiendas en Cuba. Así que Beethoven
también estuvo ausente, salvo en conciertos ocasiones de la Orquesta
Sinfónica Nacional.
El énfasis en la prohibición y la ausencia ha llevado a pasar por alto
varios aspectos asociados con lo ocurrido entonces. Uno es la existencia
durante todo ese tiempo de un movimiento de rock underground. Otro es
que los Rolling Stones, ya ancianos, viajaron a Cuba a encontrarse con
los fans que en su momento no pudieron disfrutar de su presencia, y
también con otro público, que no los conoce pero rápidamente asiste a
cualquier espectáculo traído "de fuera". Por último, que el concierto
fue gratuito. La singularidad de Cuba hizo esto posible. De lo
contrario, muchos cubanos se habrían encontrado en la misma situación
que ocurrió a muchos décadas atrás: no tener dinero para el concierto.
Lástima que faltara siempre esta visión más amplia, pero encerrarse en
los estereotipos es otro mal del exilio.
La guerra contra el capitalismo
Están perdidos los sectores más recalcitrante del exilio de Miami en su
"lucha" contra el castrismo. Cuando digo recalcitrante no uso el
concepto simplemente en una acepción ideológica, sino principalmente en
su definición del Diccionario de la lengua española: terco, reacio,
reincidente, obstinado, aferrado a una opinión o conducta.
La causa cubana en Miami ha pasado de ser una lucha contra el Gobierno
de Castro a una guerra contra el capitalismo. Y contra el capitalismo no
se gana la guerra: ya lo intentó la Revolución cubana y la perdió.
Por su supuesto que esa victoria cada vez más cercana del capitalismo
terminará por transformar por completo al sistema implantado a partir
del primero de enero en Cuba, pero a los efectos del poder —que es en
última instancia lo que más interesa a Miami— se está llevando a cabo
con la complicidad de quienes conservan el mando en La Habana y esperan
preservarlo con sus herederos en general (sin limitarse a la familia
Castro). La ideología comunista desde hace rato se echó a un lado en
Cuba, como también ha ocurrido en China, donde es simplemente pieza en
los museos, y lo demás es preservar (a veces) el nombre y los métodos,
pero como un instrumento de dominación y no como un objetivo de futuro.
No es que simpatice con esa victoria del capitalismo y tampoco que no
queden batallas por librar en favor de los derechos humanos, la
inexistente sociedad civil y en última instancia la libertad y
democracia. Pero ante el avance del capitalismo en la Isla —lo demás es
cuestión de apellidos: de Estado, autoritario, oligárquico— no queda más
remedio que cambiar de estrategia. El capitalismo implica desigualdad,
avaricia y abuso. Es parte de su razón de ser, aunque dichos términos no
lo definen por completo.
El concierto de los Rolling Stones en La Habana define mejor el futuro
de Cuba que la visita de Obama. Y para los que les gusta esa música
valió la pena disfrutarlo. Algunos de los reclamos que actualmente se
escuchan en Miami equivalen a una ilusoria exigencia de que el grupo
tocara en cualquier o en todos los pueblos de la Isla. No fue así, y no
podía ser así. Actuó en la capital, a la que desde hace algunos años le
ha sido devuelto su verdadero valor, tras un proceso de origen
provincial y campesino.
Al parecer detrás del espectáculo estuvieron intereses financieros, que
sufragaron los alrededor de $7 millones que costó realizar el evento (ni
los Rolling Stones ni la empresa que organiza sus giras obtuvieron
beneficios económicos por el concierto en vivo). Y la Fundashon Bon
Intenshon, que según el periódico español El Confidencial puso el
dinero, es una fundación benéfica —vinculada a una asesoría financiera
con sede en el paraíso fiscal de Curazao— a la que le interesa los
negocios en Cuba, no llevar la libertad a la Isla. Y tampoco hay nada
malo que sea así, si uno adopta la óptica capitalista.
No se puede estar a favor del capitalismo y al mismo tiempo reclamar lo
que a este sistema no le interesa alcanzar. Para ello habría que
comenzar una nueva revolución, y no le arriendo las ganancias a quien lo
intente y apuesto a que no encontrará mucho seguidores.
Así que sentimientos plañideros aparte —válidos por otra parte
emocionalmente y desde el punto de vista personal—, lo que queda es
adaptarse a las circunstancias.
Aspectos de este artículo aparecen en dos comentarios de Cuaderno de Cuba.
Source: ¿Y cuándo Stravinski o Ravel regresaron a Cuba? - Artículos -
Opinión - Cuba Encuentro -
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