Lo que queda tras la lluvia
VÍCTOR ARIEL GONZÁLEZ, La Habana | Mayo 01, 2015
Todo quedó sucio. Calle, pasillos, cuartos, paredes. Absolutamente todo
con una capa de fango encima. Más fina sobre los muebles y los trastos,
a los que el agua también tapó, más gruesa sobre el piso, donde ahora
hay un lodazal. No es una suciedad cualquiera, sino aquella que quedaría
sobre el tragante si dentro del fregadero cupiese La Habana entera.
Se ve asqueroso, aunque peor es lo mortífero. Las intensas lluvias de
las últimas horas en la capital cubana han provocado inundaciones que se
han llevado al menos a tres personas. Después del diluvio, las cisternas
están inutilizables y deberán limpiarse. El agua sucia echó a perder la
potable y durante varios días tendrán que venir camiones a abastecer a
los afectados.
Los vecinos del lugar salen a barrer lo que queda. No viene una agencia
a ayudarlos, ni una autoridad responsable. Todo el mundo saca al sol lo
que no se salvó de mojarse, porque según un vecino casi no dio tiempo a
salvar nada. Aquí, cuando empieza a llover, todo se empapa en cuestión
de minutos.
Miles tuvieron que subir sus cosas a las barbacoas, construidas entre
otras razones porque en este barrio la gente se ha ido preparando para
semejante clase de eventos, que ocurren con más regularidad que la
soportable. "Cada vez que llueve mucho, pasa esto", dice una mujer desde
la ventana de su casa, en Calle 6. En la acera de enfrente se alza el
enorme muro de El Pontón, un enorme y ruinoso complejo deportivo.
Dentro de la instalación, hace años, se sustituyó el terreno de fútbol y
la pista de atletismo por un hueco anchísimo, concebido para dar cabida
al agua venida desde todas partes. Esto es una zona baja, una gigantesca
vaguada que en épocas remotas terminaba en una ciénaga.
Sin embargo, en los últimos años hasta esa medida –más bien desesperada
por lo destructiva– se ha vuelto insuficiente. No solo entra en juego
que el agua siempre reclama los territorios perdidos, sino que además
las infraestructuras técnicas de la ciudad resultan insuficientes.
Cerca, escondido bajo la calle desde hace cien años, se halla construido
el dren de Matadero, la mejora sanitaria más importante de lo que
entonces fue el nuevo sistema de alcantarillado de una Habana que crecía
a pasos agigantados.
Tras las recientes e intensas lluvias, los mayores daños ocurren cuando
los edificios que datan de esa misma época caen como fichas de dominó.
Vienen advirtiéndose desde hace años las grietas, los ladrillos desnudos
y los desplomes, pero es la lluvia quien debe limpiar lo viejo, de golpe.
Lo otro es el hedor que se levanta del suelo. Cuando el calor y la luz
del día comienzan a elevar los vapores y a secar ese fango, la peste es
insoportable. Si no fuera porque la comunidad entera se pone a ello, la
crisis sanitaria sería inevitable.
¿Cómo es vivir así? Un hombre muestra su casa, que quedó bajo el agua a
una altura como de metro ochenta. La marca se puede ver en la fachada, y
la línea se distingue a todo lo largo de la cuadra. Esta vez, le
contaron, la inundación se extendió hasta dos o tres cuadras en
dirección a la avenida Carlos III.
"Esto se pone peor con los años", se queja una mujer que vive al doblar
la esquina. Ella, al igual que muchos por aquí, no pueden ocultar el
disgusto por una situación que se ha salido de las manos a quienes
deciden todo. A algunos podría ocurrírsele que, ahora que Cuba y Estados
Unidos se arreglan, bien podría haberse utilizado todo el dinero de la
Tribuna Antiimperialista en darle una solución a lo que se veía venir.
No sólo ha llovido mucho en La Habana, sino que con la inundación ha
salido a flote un problema más, resultado de tomar grandes pero
equivocadas decisiones.
Source: Lo que queda tras la lluvia -
http://www.14ymedio.com/nacional/queda-lluvia_0_1771022888.html
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