El pintor de tarjetas de 23 y 12
Y yo me pregunto: ¿Este hombre delira o está en sus cabales?
viernes, mayo 2, 2014 | Marcia Cairo
LA HABANA, Cuba.- En estos días de extremo calor, la gente se protege
con sombrillas, gorras o sombreros, y salen a la calle la mayoría de las
veces solo por necesidad. Dan ganas de consumir a cada rato bebidas,
jugos fríos, para palear, al menos de esa forma, la incomodidad que se
siente.
Una tarde, mientras caminaba por las calles 23 y 12, pensé en entrar en
el Café Literario para tomar un café frío, de esos que preparan con
helado. Cuando de repente veo un hombre sentado en el piso haciendo
dibujos en una cartulina.
Por curiosidad me le acerqué y le pregunté qué es lo que pintaba.
Me explicó que hace macro-tarjetas de felicitación para las madres. Que
las personas se las encargan previamente; pues dice que las tarjetas que
venden en los estanquillos son siempre las mismas: flores en todas sus
variedades. Y las de él son de alguna manera mucho más raras.
Le pagan alrededor de dos dólares por cada una, que es más de lo que
gana un profesional al día. Las realiza con crayolas y tinta de
diferentes colores. Además de escribir en ellas un poema de su propia
inspiración.
También vende casetes de música y antiguas ediciones de libros de poesía.
Indago en su vida y se identifica como Jaime Kindelán Morales; me cuenta
que es autodidacta, y le interesa pintar desde pequeño. A pesar de no
haber terminado la escuela secundaria, expresa su sensibilidad de un
modo propio. Su padre, ex militar, los abandonó a su madre y a él cuando
apenas era un niño. Fue criado por un padrastro, que quemó a su madre en
un arranque de cólera, causándole la muerte.
Este hombre me cuenta que vive en la actualidad con un medio hermano que
trabaja en el hotel Habana Libre, que lo desprecia y no lo ayuda en
nada; lo deja dormir en su casa como si fuera un recogido.
Vive prácticamente en la calle. Desde por la mañana hasta por la tarde
se sienta a hacer sus dibujos para ganarse la vida.
"Los salarios que paga el estado son una basura y no alcanzan ni para
comprar un par de zapatos. Prefiero ganarme el dinero haciendo algo que
me gusta y me relaja".
Cuando le digo que hay mucha gente pintando cuadros por La Habana Vieja,
y le sugiero que pruebe a vender sus tarjetas por aquella zona, responde
con rapidez que no, que este lugar es mucho mejor porque no abunda la
gente como él, y tampoco la policía lo ha molestado por el momento.
Estuvo trabajando por un tiempo de custodio cuidando la cafetería La
Pelota, en las madrugadas, para no tener que regresar a su casa en Marianao.
No tiene mujer ni hijos. Aunque luego, al retomar el tema, me confiesa
que sí, que tiene dos hijos, en México, que estuvo residiendo en los
80´s por allá, aunque después quiso volver a su país porque no se
adaptaba. Al rato habla de que no sabe que es lo que quieren las mujeres
de él.
Es coherente, pero a veces habla y da una especie de discurso para que
la gente que pasa por allí lo escuche.
Y yo me pregunto: ¿Este hombre delira o está en sus cabales?
Pienso que no es más que otro abandonado a su suerte, otro personaje
pintoresco de nuestra ciudad.
Source: El pintor de tarjetas de 23 y 12 | Cubanet -
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