Publicado el viernes, 07.26.13
Cohetes con azúcar y verdades sin sal
JOSÉ A. ZARRALUQUI
Cuba conmemora otro aniversario de la matazón que una pandilla ambiciosa
organizó en el cuartel Moncada y el hospital civil Saturnino Lora de
Santiago de Cuba allá por 1953 en pleno escándalo por los misiles y
MiGs-21 descubiertos en el Canal de Panamá a bordo del carguero
norcoreano Chong Chon Gang, que quería pasarlos de tapadillo por la vía
interoceánica quién sabe hacia dónde y con qué maléfico fin.
Porque pónganle el cuño que nada bueno e inocente está en el origen de
esta operación. Basta con mirar a los involucrados, Cuba y Corea del
Norte, dos países dementes a cuál más terrorista. Eso de equipo obsoleto
necesitado de reparación para después ser devuelto no se lo cree ni el
que asó la manteca. En Cuba sobran los talleres militares que han
mantenido operativos cohetes y aeronaves hasta ahora. ¿Qué pasó de repente?
Pasó que hay gato encerrado. ¿Por qué no declarar esa parte de la carga
y cubrirla, con la esperanza de que no fuera descubierta, con la sí
declarada consistente en sacos y más sacos de azúcar prieta? Hasta en
los accesos a las distintas cubiertas, las escaleras, los elevadores hay
sacos de azúcar, los estibadores panameños la que están pasando para
retirarlos es de anjá.
El destino del armamento bien podría ser uno de los países mesorientales
en candela, digamos Siria, amiguísima de La Habana y de Pyongyang, o
aquí en las inmediaciones Venezuela o Nicaragua o la guerrilla
colombiana. Tiene bastante sentido, como tienen sentido las fechas en
que esto se produce. El artero ataque norcoreano de 1950 a Corea del
Sur, demoledor como fue al principio, tres años después había sido
repelido por el mundo libre y los agresores tuvieron que firmar un
armisticio en el paralelo 38, donde habían lanzado su ofensiva. Aunque
con periódicas denuncias y amenazas, el armisticio sigue vigente. Fue
firmado el 27 de julio de 1953.
El día antes, en la mañanita de la santa Ana, una gavilla de facinerosos
desató el terror en Santiago. No tenían el respaldo de los tanques y la
aviación de Stalin y Mao como los norcoreanos, y apenas disponían de
unas escopetas viejas, suficientemente letales sin embargo porque la
población, incluido el elemento castrense, se entregaba a los excesos
carnavalescos. Y atacaron con nocturnidad y alevosía un cuartel, un
hospital y el palacio de justicia. Los terroristas eligen con cuidado
sus blancos, como el 11 de septiembre escogieron la Casa Blanca, el
Pentágono y el centro mundial de comercio.
Ya los hay por ahí diciendo que el contrabando bélico del barco es una
pillería del gobierno cubano, que cada vez que los yanquis se disponen a
levantarle el embargo frustra la movida con alguna chiquillada, porque
lo que le conviene es el embargo. Eso es desconocer la mentalidad
terrorista. Los terroristas lo quieren todo sin ceder un ápice. Y
Norcorea es la mejor prueba, sancionada a más no poder por la ONU
responde cada día con un nuevo desplante.
Lo único verificable en el sexagésimo aniversario del cobarde ataque al
cuartel Moncada y de la renuente firma del armisticio en Panmunjom es
que las camarillas hereditarias que reinan en La Habana y en Pyongyang
continúan haciendo buenas sus costumbres simuladoras, indecentes, odiosas.
Analista político.
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Source: "JOSE A. ZARRALUQUI: Cohetes con azúcar y verdades sin sal -
Opinión - ElNuevoHerald.com" -
http://www.elnuevoherald.com/2013/07/26/1531009/jose-a-zarraluqui-cohetes-con.html
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