2 de octubre de 2012

Por qué fracasan los negocios privados en Cuba?

Reformas económicas

¿Por qué fracasan los negocios privados en Cuba?
Eliécer Ávila
Las Tunas 02-10-2012 - 7:47 am.

Hace muy poco se implementó la ola de despidos que llevó a la calle a un
número indeterminado de trabajadores. Datos oficiales referían que la
cifra inicial de cesados debía ser de alrededor de medio millón; luego,
debía llevarse a cabo una segunda vuelta que completaría la eliminación
de más de un millón de puestos, identificados tras un riguroso análisis
estatal.

Si a este proceso se le hubiera llamado por su nombre —tal y como se
manejan estos "reajustes" a nivel mundial—, habría sido un escándalo;
más aún cuando la culpa de la actual situación es del propio Estado.
Pero como suele suceder en Cuba, después de muchas caras largas y alguna
que otra inconformidad manifiesta, se terminó aceptando el "paquetazo" y
la gente pasó su indignación encerrada en casa, consolándose con llantos
y almacenando odios.

Dentro de la masa despedida ha habido profesionales con experiencia y
capacidad. Para ellos, igual que para el resto, las opciones previstas
por el Estado fueron trabajar el campo o acudir al "cuentrapropismo", en
apenas unas decenas de oficios permitidos.

La mayoría de la gente "disponible" —aquí se inventan términos para
evitar los estándares y estadísticas universales— no contaba con
experiencia ni posibilidades de poner a producir las tierras plagadas de
marabú o los terrenos baldíos que podrían solicitar en usufructo, así
que la mayor parte de los ciudadanos optaron por el cuentapropismo.

Fue así como un ejército de ¿emprendedores? comenzó a sacar licencias
para probar suerte en el incierto mundo de los negocios. Los más
afortunados pudieron contar con familiares o amigos que desde el
exterior les proporcionaron recursos para inversiones o consejos e
información sobre el funcionamiento de los negocios. Lo que toda esta
gente ilusionada no sabía era que ya unas mentes macabras habían
planeado todo a la inversa. Los gurúes comunistas encargados de sacar
las cuentas necesarias habían diseñado un sistema de tributos y
controles que en las condiciones del país planteaban un atraco a mano
armada.

Esto se explicó con absoluta claridad en varias mesas redondas
informativas, pero los esperanzados y entusiastas no se dieron por
enterados. "Esto está diseñado de tal forma que se evite la acumulación
de riquezas por parte de los particulares", llegó a decirse,
aproximadamente, en estos programas. Pero si un empresario no acumula
capital, ¿cómo es que podrá invertir, adquirir tecnología, ampliar sus
posibilidades, mejorar la calidad y aumentar sus producciones para poder
bajar precios y que la gente se beneficie? Sin suficiente dinero
acumulado, cómo se puede desarrollar un negocio y competir.

Esto significó que por mucho esfuerzo e inteligencia que se pusiera,
nadie iba a convertirse en un empresario de éxito ni a prosperar más
allá de lo permitido por decreto para cualquier cubano humilde.

Un paisaje devastado

El actual sistema de impuestos por sí solo ya es suficiente para recoger
guante, pelota, y no jugar más. Pero ahí no terminan las cosas. Los
valientes aspirantes se encontraron con un país diseñado de punta a cabo
a partir de una concepción antimercantil. Más de cincuenta años
construyendo esta absurda filosofía no iban a borrarse por arte de
magia, ni siquiera porque uno de sus principales impulsores dijera en un
discurso que era necesario el "cambio de mentalidad".

Entre otras cosas, las materias primas para elaborar alimentos y los
insumos para prestar servicios básicos siguieron teniendo un origen
"ilegal", y los abastecimientos prometidos por el gobierno en la inmensa
mayoría de los territorios jamás llegaron. De esta forma, luego de unos
meses, ha ido desapareciendo del paisaje la avalancha de timbiriches y
puestos de venta inicialmente florecidos. (Algunos tan solo mantienen la
licencia para pagar su contribución social y sus dueños no aparecer como
desempleados, esquivando así la vigilancia del Jefe de Sector y
pudiéndose dedicar a otras actividades.)

Otro elemento que mutila de facto cualquier iniciativa, sobre todo en
los pueblos pequeños y las zonas rurales, es la falta total de capacidad
económica de los potenciales consumidores. Miles de personas llenas de
necesidades y deseos de adquirir productos se hallan desposeídas de
recursos. Se trata de una población económicamente muerta, constituida
fundamentalmente por desempleados, agricultores pobres, obreros
asalariados, etc…

En cuestiones económicas, primero debe estar el dinero, disponible en
manos de quien consume, para que los inversionistas se hallen dispuestos
a correr riesgos, pedir créditos, buscar alternativas: nadie arriesgará
nada para venderle a fantasmas flacos y mirones neutros.

Al mismo tiempo, es curioso que los periodistas de medios oficiales que
reflejaban ya hasta el cansancio el aumento de solicitudes de licencias
y la proliferación de pequeños negocios que supuestamente iban "viento
en popa", no han dicho ni una palabra más al respecto.

Y el resultado es el de siempre: tras los fracasos, agotadas las
esperanzas y sin que se vislumbren más conejos mágicos dentro del oscuro
sombrero del gobierno, la gente busca con más desesperación que antes
vías para salir del país. Sobre todo los jóvenes. Las colas en las
embajadas son cada vez más largas. Es una lástima que tantos prefieran
irse antes que quedarse a luchar y cambiar las cosas. Aunque a fin de
cuentas sea comprensible: ¿quién no quiere pasar de ser ayudado a poder
ayudar?

http://www.diariodecuba.com/cuba/13279-por-que-fracasan-los-negocios-privados-en-cuba

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