Invitados a un falso dilema
[02-10-2012]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Los que obtienen mayorías circunstanciales
en los procesos electorales creen en aquella dinámica por la que los que
más votos suman, siempre tienen razón.
En realidad, la democracia, es el modo menos imperfecto que las
sociedades han encontrado para vivir en armonía, pero queda claro que
una interpretación inadecuada de su espíritu, una tergiversación de su
esencia, la convierte en un perverso sistema por el que las mayorías
someten a las minorías a su antojo, imponiéndoles una forma de vida,
quitándole derechos e inclusive acallando a los que piensan diferente,
solo por ser menos.
En ese esquema, los mas han desarrollado una idea que los moviliza y
orienta, una muletilla, un lugar común, una frase hecha, que los hace
reaccionar cuando en sus discusiones no consiguen aportar argumentos
suficientes que expliquen su posición con solvencia y demuestre sus razones.
En esos debates, cuando las explicaciones ya no pueden sostenerse,
plantean una invitación poco amistosa, bastante agresiva pero
fundamentalmente falaz, diciendo " si no estás de acuerdo con lo que se
está haciendo, organiza un partido político, preséntate a la próxima
elección y obtiene la mayoría para que esa idea reemplace a la actual".
Esta proposición, además de surgir de la impotencia intelectual de no
poder mantener un intercambio de ideas civilizado, también nace de una
lógica casi deportiva por el cual uno gana y otro pierde, y si quiere
revancha debe triunfar en el próximo encuentro.
No se entiende la esencia de la democracia y mucho menos de la
república. Las personas que se eligen en un proceso electoral son
"mandatarios", es decir personas que aceptan del mandante su
representación. Son delegados de los ciudadanos y no más que eso.
No se trata ni de jefes, ni de amos, menos aun de reyes. Son eso,
empleados de la ciudadanía, de hecho cobran una remuneración por esa
tarea, y los recursos que pagan esa compensación son los que los
habitantes de una comunidad aportan para financiar esa modalidad.
Cuando un mandatario no encarna acabadamente la visión de sus
representados, los ciudadanos pueden sentir que han dejado de ser
interpretados como corresponde.
Pero lo más importante, es que los ciudadanos en democracia, en este
deambular, no pierden sus derechos, es decir que la libertad de
expresión, de conciencia, la posibilidad de peticionar y exigir a los
representantes elegidos no se ve vulnerada entre un turno electoral y el
siguiente.
Como ciudadano no tienen porque "esperar" a los próximos comicios para
decir lo que se piensa, para quejarse y plantear lo que no parece correcto.
Tampoco los ciudadanos debemos conformar un partido opositor, ni
sumarnos a él, ni ocuparnos de reunir votos suficientes para superar en
número al oficialismo circunstancial.
Los políticos que compiten en una elección, son personas que se sienten
en condiciones de representar a otros y entienden que pueden ofrecer
posibles soluciones a la comunidad.
Los ciudadanos no están obligados a tener propuestas, ni a organizarse
como partido político para triunfar en una elección. Pueden opinar,
pensar, expresarse y quejarse, sin todo lo anterior.
Las obligaciones cívicas de un ciudadano pasan por ser parte de su
sociedad, y si bien puede ser deseable que participe activamente de la
vida en comunidad, lejos está de ser su obligación legal, y mucho menos
moral, presentarse a una elección, ser candidato o tener propuestas.
Los oficialismos suelen molestarse con las críticas, algunos inclusive
más de la cuenta, y esa crispación los hace reaccionar desmedidamente
ante la impotencia que les genera no poder sostener una discusión con
altura, por eso apelan a imponer su razón por el hecho de que son mas,
sin comprender que la verdad no sigue una lógica matemática, de hecho
los grandes descubrimientos de la humanidad, los cambios de paradigmas
del progreso, fueron precedidos por un rechazo masivo de quienes no
comprendían la virtud de lo nuevo.
Los gobernantes no llegaron hasta ahí en contra su voluntad, tomaron la
decisión personal de ser parte del sistema, se postularon en sus propios
partidos, se presentaron a la elección y consiguieron el apoyo
suficiente para ocupar esas posiciones de representación.
Otros ciudadanos han elegido dedicar sus vidas a otras cuestiones, y esa
es una decisión legítima e incuestionable. Pero por ello no pierden su
calidad de ciudadanos, de "mandantes" y por lo tanto pueden opinar
cuando lo deseen y decir lo que les parezca, inclusive sin proponer
solución alguna.
Esa deformación democrática que utilizan con manipulación dialéctica los
poderosos de turno es un signo de impericia y sobre todo de incapacidad
para comprender que en una democracia, lo importante es la vigencia de
las libertades y los derechos de los ciudadanos por sobre toda otra
cuestión.
El poder de la gente está en el uso de su libertad, en el ejercicio de
sus derechos, y no en el circunstancial resultado electoral. La historia
de la humanidad muestra como las mayorías se mueven de un lado a otro y
como los "poderosos" siempre dejan de serlo en algún momento. El centro
del sistema es el individuo y no los políticos.
Se trata en realidad de una perversa idea que tienen algunos, de querer
proponer un juego que sin sentido alguno, pretende que los ciudadanos
claudiquen en sus derechos y elecciones personales.
Los que se postularon para manejar la cosa pública, para gobernar, pues
que hagan su tarea y que rindan cuentas de ello, no solo a los que los
votaron sino a todos. No son el gobierno de una parte de la sociedad,
sino de la sociedad en su conjunto y su deber no es representar a
algunos sino a cada uno de los ciudadanos.
Mientras tanto, tendrán que acostumbrarse a tolerar la crítica, a
aceptar el disenso, el pensamiento diferente y sobre todo a entender
cómo funciona la democracia. Tal vez, un buen primer paso sea
diferenciarla de una monarquía, porque no son reyes, solo mandatarios,
por un plazo, por un tiempo, a préstamo. Tienen la oportunidad de
gobernar con inteligencia, de hacerlo bien, de pasar a la historia y
dejar un legado. Queda claro que muchos otros ya eligieron el camino del
autoritarismo, del despotismo, la discrecionalidad y la corrupción. Así
quedarán en la historia. No habrá premios para ellos.
Algunos, aun no comprenden cómo funciona una sociedad civilizada, con
ganas de vivir en armonía y siguen proponiendo silencio ciudadano o
disputar la mayoría en un acto electoral. Están invitando a un falso dilema
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