2 de diciembre de 2011

El rostro de la esperanza

Publicado el jueves, 12.01.11

El rostro de la esperanza
Vicente Echerri

La entrevista de dos horas que Antonio G. Rodiles le hiciera en días
pasados a Eliécer Ávila en Estado de SATS ha despertado asombro,
entusiasmo y grandes esperanzas en segmentos del desalentado exilio
cubano. Para los no enterados, Estado de SATS es un espacio alternativo
de información y debate que Rodiles dirige desde su propia casa en La
Habana, y Eliécer Ávila es el joven estudiante de la Universidad de las
Ciencias Informáticas (UCI) que en febrero de 2008 tuviera un careo con
Ricardo Alarcón, el patético presidente de la llamada Asamblea Nacional
del Poder Popular. En esa ocasión alguien grabó sin permiso oficial el
breve intercambio, y esa filmación se divulgó luego por medio mundo. Fue
entonces que conocimos a Eliécer, quien ya daba muestras de razonamiento
y elocuencia poco comunes, pero aún dentro de los lindes del discurso
oficial. Más de tres años después su transformación es sorprendente.

En el curso de esta entrevista, el joven de 26 años –ya graduado y
actualmente sin empleo regular– desmonta, apelando a un razonamiento
impecable, las falacias con que el régimen comunista se ha empeñado en
justificar su existencia, para afirmar la necesidad de las libertades,
políticas y económicas, que se han visto suprimidas en Cuba por más de
medio siglo.

Es notable que alguien formado en el catecismo marxista, y tanto como
para haber sido militante de la Juventud Comunista, haya llegado a
comprender que la existencia de un solo partido es, en sí misma, una
contradicción de términos –por cuanto un partido, como enuncia su
nombre, no puede ser más que una parte de la totalidad del espectro
político de cualquier sociedad. Que esa anomalía haya regido los
destinos del país por tanto tiempo sin competir con otras fuerzas o
ideologías con derecho a existir –y aún sirva para justificar una
gestión gubernativa que no se siente obligada a rendir cuentas ni a
someterse al genuino mandato del pueblo– es, en la lúcida opinión de
Eliécer, causa de la profunda frustración política de los cubanos, con
todas las terribles secuelas que conlleva.

A ello se suma la probada ineficacia de la economía estatal regimentada
–en sustitución de la economía verdadera, que está dada por la legítima
ambición de medro y la libre competencia empresarial, única garante de
la calidad de bienes y servicios–, del mismo modo que el desarrollo
económico depende de la gran inversión empresarial y no del mero
intercambio de los precarios medios de una sociedad empobrecida.

El joven Eliécer Ávila –no olvidéis este nombre, lectores– viene a decir
que la felicidad y la prosperidad del pueblo cubano pasa por el
restablecimiento del régimen democrático y del capitalismo (cuyas marcas
de identidad son la pluralidad de partidos y el sistema de mercado), y
subraya el fracaso de un sistema que ha anulado la emprendedora
capacidad de nuestros compatriotas –su tradicional afán de superación– y
que es responsable de la destrucción física del país y del
envilecimiento moral de la nación. La conclusión a que lo lleva este
pensamiento es obvia: la responsabilidad del gigantesco desastre de la
Cuba de hoy debe ponerse a la puerta de los que gobiernan –al más alto
nivel– y pedirles que no insistan con sus viejas e inoperantes recetas y
den paso a nuevas estructuras basadas en las libertades que sientan las
pautas del progreso.

Para muchos de nosotros, estas opiniones y conclusiones parecerán
naturales, hemos creído e insistido en ellas durante muchos años, más de
los que el joven Ávila tiene de vida; pero expresadas por él –alguien de
su generación y de su formación–, como resultado de su sano
razonamiento, lejos de ser obviedades son notables hallazgos que vienen
a desmoronar el mito del paraíso socialista. Esa ilusión va quedando en
la psique atrofiada de unos cuantos viejos nostálgicos o de los canallas
oportunistas que la invocan hipócritamente para justificar sus prebendas.

Soplan vientos de cambio en Cuba y Eliécer Ávila es uno de sus
portavoces, respaldados, estoy seguro, por la aprobación –hasta ahora
silenciosa y mañana ensordecedora– de muchos otros. Los cubanos que,
desde esta orilla, le hemos oído exponer su pensamiento con diáfana
claridad y elocuencia nos hemos sentido reivindicados, al tiempo que
hemos recobrado la fe en el futuro de nuestro querido país, en el cual
–si potencias malignas no lo impiden– él está llamado a desempeñar un
papel. Sirva esta página para decirle cuán orgullosos nos sentimos de
que él exista y diga.

© Echerri 2011

http://www.elnuevoherald.com/2011/12/01/1075165/vicente-echerri-el-rostro-de-la.html

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