13 de mayo de 2011

Crónica de un asesinato anunciado

Crónica de un asesinato anunciado
Friday, May 13, 2011 | Por René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – El pasado Día de las Madres,
la opinión pública se estremeció por la muerte en Santa Clara del
defensor de los derechos humanos Juan Wilfredo Soto García, quien, menos
de 72 horas antes recibió una golpiza brutal propinada en pleno día por
agentes policiales en el céntrico Parque Vidal de esa ciudad.

En lo personal, sólo coincidí con el activista tras el éxito de la
larguísima huelga de hambre y sed del licenciado Guillermo Fariñas,
cuando numerosos disidentes nos encontramos en la capital villaclareña
para pedirle al valiente ayunante que cesase su protesta.

Es precisamente Coco Fariñas quien ahora nos da antecedentes sobre la
vida de Soto García, pues ambos eran amigos y se criaron juntos en el
mismo barrio. Al casarse Juan Wilfredo, fue durante 18 años vecino
inmediato de Fariñas.

Por Coco he sabido que Soto García fue opositor al régimen durante
treinta años. Precisamente el mote por el que era conocido, "El
estudiante", refleja la condición en que se encontraba cuando cayó preso
por primera vez, tras ocasionar daños a un cine como forma de lucha
contra el régimen. Contaba 16 años, y era alumno de preuniversitario.

Juan Wilfredo cayó preso en otras dos ocasiones: una, por gritar
consignas anticomunistas desde la azotea de su casa; la otra (y es este
el único caso con visos de delito común, aunque no intencional), cuando,
indignado por una ceremonia religiosa que estaban realizando en su casa
con los huesos de su difunto padre, lanzó por la ventana una maceta que
cayó casualmente sobre un transeúnte, ocasionándole lesiones.

Con el paso de los días, nos enteramos de detalles indignantes del
criminal abuso policial. Soto García se encontraba en el parque Vidal
hablando de deportes con unos amigos cuando fue invitado por la policía
a abandonar el lugar. Se negó a cumplir esa arbitraria indicación,
explicando que no estaba haciendo nada ilegal.

Los uniformados castristas, acostumbrados a hacer su santa voluntad,
valoraron esa comprensible actitud como un ataque a su autoridad. Por
ello le informaron a Juan Wilfredo que lo llevarían detenido, y cuando
lo tuvieron ya esposado, comenzaron la paliza brutal.

Un amigo de la disidencia comentó que, pese al indudable carácter
antijurídico del apaleamiento, le parecía aventurada la calificación de
asesinato que muchos le hemos dado. Como jurista, me parece que no lleva
razón ese hermano de luchas.

Según el vigente Código Penal cubano, entre las circunstancias que
convierten el homicidio simple en uno agravado están la alevosía, el
ensañamiento y el "haberse privado ilegalmente de libertad a la víctima
antes de darle muerte"; todos ellos concurren en este caso. También
están los "impulsos sádicos o de brutal perversidad", cuya concurrencia
no sería descabellado alegar. Por todo ello considero que no resulta
exagerado hablar de asesinato.

El gobierno, en su nota informativa, habla brumosamente sobre "una
supuesta golpiza", lo cual —evidentemente— no implica una negación clara
y terminante del apaleamiento, que tiene que haber sido registrado por
alguna de las cuatro cámaras de seguridad existentes en el parque Vidal.

En el documento oficialista se atribuye la muerte del activista a una
pancreatitis, pero no se especifica la etiología de esa dolencia.
Médicos competentes me han expresado que, generalmente, las
inflamaciones graves del páncreas que no son degenerativas, se deben
precisamente a traumatismos como el que se ha denunciado en el caso de
Soto García.

Lo más triste del asunto es que un desenlace como el de "El estudiante"
se veía venir. El manto con el que las autoridades tapan los atropellos
perpetrados por sus agentes, lo encubre todo, hasta que surge un caso
extremo como el de Juan Wilfredo Soto.

Precisamente, el pasado martes recordábamos que uno de los miembros de
la Alianza Democrática Cubana, en reunión celebrada hace un mes,
expresaba sus temores de que, si proseguían impunemente esos actos de
violencia oficial, en cualquier momento se produciría un desenlace fatal.

Justamente eso fue lo que, por desgracia, sucedió con "El estudiante".
Como reza el refrán: Tanto va el cántaro a la fuente, hasta que se
rompe. La del hermano Juan Wilfredo Soto García es —pues— la crónica de
un asesinato anunciado.

http://www.cubanet.org/articulos/cronica-de-un-asesinato-anunciado/

No hay comentarios:

Publicar un comentario