3 de noviembre de 2010

Defendiendo a mis colegas

Defendiendo a mis colegas
René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En Cuba han sido usuales
los ataques contra los juristas. Durante los primeros lustros del actual
proceso, en la llamada "época de la barbarie", se esgrimió una consigna
insólita: "Abogados, ¿para qué?". Irónicamente, la frase en cuestión
surgió de un graduado en leyes: el doctor Fidel Castro.

La Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana estuvo años sin
graduar a un solo jurista. No obstante, hay que decir que al cabo del
tiempo se reconoció la metedura de pata perpetrada, y el papel
desempeñado por mis colegas aumentó paulatinamente.

Pero en las sociedades en las que impera el marxismo-leninismo la moda
de atacar a los abogados nunca pasa del todo. En la Cuba de hoy pudiera
tratarse de algún nostálgico de aquella década de los sesenta. Ése
parece ser el caso de un tal "L.

Campoalegre Sánchez", autor de una carta a la redacción del periódico
Granma publicada el pasado viernes (Sí, hay que revisar las plantillas).
El pasaje en que nos ataca es digno de ser citado: "¿Por qué se
necesitan tantos jurídicos, como si estuviéramos en medio de un país
capitalista, donde un abogado es capaz de utilizar sus mañas para
liberar de la justicia a un tramposo empresario o político, burlar al
fisco con sus artimañas o dejar en bancarrota a una empresa similar con
sutiles engaños?".

Como se ve, el señor Campoalegre exhibe sin pudor unos prejuicios que,
aunque generalmente minoritarios, suelen tener cierta difusión. Sólo que
usualmente ellos aparecen en comentarios verbales entre íntimos,
mientras que en este caso han sido plasmados en blanco y negro, y
publicados en el periódico más difundido de Cuba.

Aunque se acude al pretexto de aludir a los juristas del mundo del
capital, en realidad los argumentos son aplicables a los de cualquier
sitio. Obviamente, el corresponsal de Granma no puede comprender que
para que una sociedad medianamente desarrollada funcione, tienen que
existir reglas del juego que por su misma complejidad sólo pueden ser
dominadas por especialistas.

Esa es justamente la función de los abogados, a quienes Campoalegre
pinta como una especie de émulos de Al Capone y Lucky Luciano. Claro que
para quienes están acostumbrados a cambiar tramposamente las reglas en
mitad del juego, la sola idea de que haya individuos que defiendan la
pureza de la lid debe parecer indeseable.

En los países donde impera el comunismo, el papel del jurisconsulto es
sustancialmente menor que en otros: en lo civil, porque existe un solo
dueño y los conflictos patrimoniales son secundarios; en lo penal,
porque las ansias estatales por reprimir priman sobre cualquier deseo de
defender los derechos de los ciudadanos. Además, en todo caso las
consideraciones políticas prevalecen sobre las puramente jurídicas.

No obstante, las sandeces de Campoalegre deben despertar nuestra
inquietud, y no tanto porque él las haya escrito (pues ya he dicho que
esas ideas no son exclusivas de él), sino porque Granma tuvo a bien
publicarlas. ¿A qué obedece esa divulgación?
Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra. Tal vez los castristas estén acariciando nuevamente la
idea de que el jurista sobra en la sociedad. ¿Serán esas las opiniones
del general Raúl Castro, del ex ministro del Interior, Ramiro Valdés, y
del doctor Machado Ventura, Vicepresidente primero, médico que, durante
lustros, dirigió a los juristas cubanos desde su cargo de Jefe del
Departamento de Órganos Estatales y Judiciales del partido único?

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/Nov2010/03_C_5.html

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