3 de febrero de 2010

Comerse un cable

Comerse un cable
Autor y Ciudad:
Alberto Méndez Castelló, Puerto Padre

Una pandemia más volátil que la influenza corroe a los cubanos de la
Isla. Más que grupos humanos vulnerables, la propagan instituciones y
cofradías. Un ministerio —Cultura, Agricultura, Interior— o una de las
llamadas organizaciones no gubernamentales —Unión de Escritores y
Artistas, Federación de Mujeres, Unión de Jóvenes Comunistas— en
determinadas circunstancias pueden resultar más contaminantes que una
guardería infantil o todo un asilo de ancianos infectados por la AH1N1.

Observemos uno o dos casos típicos de ilusionismo, síndrome del soñador,
pasividad ante la estupidez o como mejor guste llamársele.

El pasado 20 de noviembre el ministro de la Industria Azucarera realizó
un Consejo de Dirección en el otrora central Delicias, hoy Antonio
Guiteras, en otro tiempo el mayor productor de azúcar del país y desde
hace décadas con producciones muy por debajo de su rendimiento
histórico, como casi todas las fábricas cubanas.

¿Qué condujo al ingeniero Luis Manuel Ávila a reunirse con los
directivos del azúcar de todo el país en un lugar tan alejado, en el
terruño del preso de conciencia Alfredo Domínguez y el poeta Pablo
Armando Fernández, un sitio arrasado por los huracanes, donde el central
a duras penas se mueve y las aguas negras saturan las calles…?

La recuperación de la agroindustria, dirá alguien; un descubrimiento
científico técnico, conjeturará otro. Pues nada de eso.

Un día de visitantes ilustres

Cuando usted transita por alguna de las ya escasas vías férreas que
antaño serpentearon los dilatados cañaverales del central Delicias, una
escena de perro muerto, con moscas y todo, se le mete por los ojos:
donde hubo grúas y romanas para el acarreo de la caña, barracas, casas y
comercios, hoy sólo existe desolación. Los vientos agrietados entre la
maleza son ya los únicos testigos de un quehacer metódico, sustituido
por la improvisación a desgana, cuando no la desidia.

Las ruinas muestran el esplendor de dos épocas. El lugar donde vivió,
trabajó en el campo y de dónde partió rumbo a la Sierra Maestra para
encontrarse con Fidel Castro, de quien terminaría siendo el jefe de su
escolta personal, es un ejemplo diáfano: si el comandante Paco Cabrera
resucitara y volviera a su patria chica, se echaría a llorar. La
desolación en este lugar en el que los escombros autentican el
florecimiento de la industria azucarera antes y después de 1959 se
aprecia en las bases de hormigón de las antiguas grúas cañeras y en la
exigua chatarra de algún que otro tractor o carreta, porque también los
hierros viejos han sido saqueados.

Los montones de ceniza, las estructuras de hormigón armado y las
combadas vigas de acero, recuerdan los centros de acopio, frutos del
gigantismo cañero de los años sesenta, setenta y ochenta, nacidos al
compás de los tambores del bloque comunista y enterrados con aquel.

¿Qué pudo apreciar el Consejo de Dirección del Ministerio de la
Industria Azucarera?, preguntamos a un vecino de esta apartada región
del Oriente cubano.

"No más que en cualquier otro lugar de Cuba; en las carreteras y en las
ciudades usted ve rodando cientos de automóviles nuevecitos, pero si
acaso encontrará algún tractor roturando los campos; quienes van en esos
carritos nuevos son los que nos dicen a los que vamos a pie que usemos
los bueyes en lugar del tractor", dijo el hombre que, mientras trabajaba
en el surco, recibió palmaditas de felicitación de los directivos.

"Y usted, que tuvo oportunidad de hablar con ellos, ¿qué les dijo?",
preguntó este reportero.

"¿Que qué les dije…? Oiga, qué voy a hacer si no seguirles la corriente.
Ellos terminaron su visita y se fueron, y yo, antes de que caliente más
el sol, suelto los bueyes y me voy para mi casa".

Observando el parque de tractores de una cooperativa, un integrante de
la comitiva del ministro preguntó desde cuándo no reponían la
maquinaria. "Desde hace más de 20 años", dijo el administrador.

Cuando cerca de las once de la mañana los directivos se retiraron del
taller, los mecánicos, que sin piezas de repuesto hacen lo que pueden,
tiraron las herramientas y se fueron a almorzar. En honor a la visita,
ese día no tenían el caldo aguado de todos los días, sino un almuerzo
como Dios manda.

"Que vengan más visitas", dijo un yuntero.

En el taller de locomotoras, los visitantes se toparon con un acto
verdaderamente heroico, pero todavía los héroes esperan ser retribuidos,
aunque algunos de ellos dicen que no les paguen, que les basta con que
les permitan continuar haciendo sus "chivos". En su caló, "chivo" es la
pieza fabricada por un operario en un taller estatal con destino al
mercado negro.

Resulta que los de maquinado están rescatando las culatas de los
cilindros de las locomotoras, que en el mercado internacional valen mil
dólares cada una, y lo hacen por el precio de tan sólo unas pocas
jornadas de trabajo, vale decir, nada; o sí, el importe de uno o dos
litros de aceite de soya en las Tiendas Recaudadoras de Divisas.

"¿Cuánto les están pagando por eso?", preguntaron a los obreros los de
la comitiva ministerial. Los trabajadores se encogieron de hombros.
"¡Eso hay que pagarlo!", exclamaron los del ejecutivo. Pero todavía los
trabajadores están esperando que se les retribuya la recuperación de
piezas de repuesto, valoradas en miles de dólares en una economía de
mercado. O peor, ya ni chivos pueden hacer; se les ha ordenado que
pasadas las cuatro de la tarde ningún operario puede permanecer en los
talleres.

Aunque todos se mostraron muy sonrientes el día de la visita del
ministro, algunos de ellos ya están pensando emplearse por cuenta
propia, ya sea como agricultores o como cocheros, calladamente, sin
huelgas ni alborotos.

También los del Ministerio de la Industria Azucarera se marcharon de la
empresa Antonio Guiteras satisfechos "del espíritu de trabajo del
colectivo, tanto agrícola como fabril".

En el campo, los visitantes observaron algunas plantaciones vigorosas,
algunas decenas de gallinas y pollos, unas cuantos cerdos y algún que
otro toro de ceba, y en el central, a los mecánicos enfrascados con la
maquinaria para la próxima molienda.

La resistencia frente a las estupideces

Entrevistada por este reportero el pasado 30 de diciembre, la diputada a
la Asamblea Nacional del Poder Popular y presidenta del gobierno en el
municipio, Vitalina Álvarez Torres, dijo estar convencida de que el
pueblo de Puerto Padre no le fallará a su revolución. Alguien que
escuchó a la funcionaria dijo luego: "Cierto, el pueblo no le ha fallado
a su revolución, son quienes dirigen la revolución quienes llevan más de
medio siglo dilapidando los esfuerzos del pueblo y, para colmo, a cambio
de menos este nuevo año piden más".

Ya en la calle, de boca en boca, circula un chiste: "¿Ya fuiste a la
empresa eléctrica?", pregunta un ciudadano a otro. "¿Para qué?",
cuestiona el interpelado. "Para que busques el cable que tienes que
comerte este año", es la respuesta.

Cuando preguntaron al premio Nobel Czeslaw Milosz qué pensaba que había
aprendido la gente tras los años de vida bajo el comunismo, el poeta
polaco respondió: "La resistencia frente a las estupideces".

La hacienda Birán, donde nació Fidel Castro, hoy convertida en museo,
muestra lo que era una empresa agrícola próspera hace 50 años.

Las colonias cañeras Merchán y Santa Isabel, donde vivió, amó y odió el
comandante Paco Cabrera, jefe de la escolta personal de Castro, hoy
muestra lo que es una empresa agrícola nacionalizada hace 50 años.

En el caso cubano, la visión de Milosz es un tanto optimista. Lo cierto
es que si los de la Isla continúan resistiendo las estupideces con
pasividad, valga decir con el síndrome del soñador, las nuevas
generaciones pagarán muy caro el ilusionismo de sus progenitores.

De momento, ya están dando un paso atrás: Tras un año de entregar
tierras que estuvieron ociosas durante décadas, ya en la empresa Antonio
Guiteras están extinguiendo usufructos por supuestas y muy apelables
infracciones. Cabe preguntarse, ¿quieren producir más o continuar
cazando brujas?

Comerse un cable | DIARIODECUBA (3 February 2010)
http://www.ddcuba.com/cuba/articulos/2010/comerse-un-cable

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